Muro de los lamentos

No es cuestión de pesimismo; la realidad es cruda y dura. No hace falta edulcorar nada ni tampoco escurrir el bulto. A metros de distancia se percibe desaliento en la mayoría de la población y la idea de que las cosas van a mejorar no es nada probable. El feminicidio de María Belén Bernal es un detonante con una onda expansiva incalculable — que se lleva por el camino todo y nada, pero se lleva—. La violencia puede ser causa, pero también consecuencia. En el caso de Ecuador, las dos caras de la moneda se cumplen, ahora de manera exacerbada y sin miramientos. Por ejemplo, un joven menor de edad asesina a un Fiscal, en algún lugar del país y, de manera simultánea, la violencia intrafamiliar arrecia y varios barrios periféricos sin acceso a ningún tipo de seguridad.

No es una telenovela, sino la realidad que vivimos. Adiós a la reiterativa frase consuelo de que somos una “isla de paz”, pues el delito, sus diversos tipos y la reiteración con que suceden, alteran más los ánimos. La penetración del crimen organizado en alianza con la delincuencia común propicia un ambiente del “sálvese quien pueda” y como pueda. Como dice un vecino, entre esperanzado y sarcástico, “que nos cojan confesados”. Lo estructural abona aún más:  desconexión de las elites con el país profundo, partidos políticos entregados al clientelismo y un Estado cada vez más débil y ausente. La sociedad organizada hace lo suyo, pero sin alianzas más fuertes, los esfuerzos serán necesarios, pero no suficientes.

La situación nos exige la construcción de un acuerdo más amplio, sostenido con recursos, de renunciamientos profundos, con alcance nacional y bajo el paraguas de una multiplicidad de actores, sectores y colectivos. La inseguridad no es un tema que afecta solo a las víctimas, es un aspecto del Estado: sin seguridad no hay democracia, pero también sin justicia y con impunidad no hay nada. Es ahora cuando necesitamos responsabilidad y compromiso de los políticos, las autoridades, los actores con poder de veto; caso contrario, el muro de los lamentos está a la vuelta de la esquina y para todos.