Horror en el Casitagua

Para nadie es un secreto la indolencia y mediocridad de quienes tienen la responsabilidad de cuidar por la seguridad de la ciudadanía. La enorme culpa de la Policía en el crimen de la abogada María Belén Bernal no disminuye con las condolencias gubernamentales en un foro de las Naciones Unidas pidiendo ayuda para reducir la violencia de género; y, menos, cuando un país se queda expectante por la captura del asesino, esposo de la víctima, detrás de la espectacularidad mediática de sucesos inconclusos que colocan a una escuela de cadetes, aspirantes a policías, como cómplice y locación macabra de un demencial feminicidio ahí. ¿Crimen de Estado, conspiración o simple asesinato?

En fin, la compleja relación de una pareja y las entrevistas a familiares, fiscales y abogados coparon titulares. Se volvió una intriga novelesca la vida y sicología de Germán Cáceres, antes y después del asesinato. El orden jerárquico, una farra, los campeonatos de fútbol, el poder de He-Man y el castillo de Grayskull, un adulterio mordaz y la bohemia policial selectiva, desenfrenada. Ese instructor con grado de teniente que practicaba resistencia física y montañismo en el cerro Casitagua. Al que ‘lo vamos a sacar de debajo de las piedras’ y en un plazo de 30 días, según decía el ministro Patricio Carrillo.

Según testigos, un oficial pidió no hacer nada ante los gritos de auxilio de María Belén, mientras muchos escuchaban golpes y patadas. A los minutos, Cáceres la amordazó y desfiguró, pidió una linterna y una tijera, aún decidido a huir sin dejar huella; notoriamente un potencial acosador de mujeres y propenso agresor de subalternos —según el relato—, pidió que borren sus mensajes escritos en los celulares. Al caer el día, acudió a denunciar la desaparición de su esposa. Inestable, por ganar tiempo enredó a la Fiscalía. Logró escapar.

Luego vino el allanamiento a los padres de Cáceres y a los 12 días se encontró casi enterrado un bulto envuelto en una cobija debajo de árboles y arbustos del Casitagua, pero sin registro confirmatorio de la prensa independiente. Muchas preguntas sin resolver sobre el crimen de Bernal, pero perfila la brutalidad de un Estado negligente con una sociedad enferma por carecer de seguridad y la gravedad de confundir espíritu institucional con un delito macabro contra una mujer. Falta dignidad y moral para ejercer cualquier poder.

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