Mr. Putin

Por Italo Sotomayor Medina

Parece mentira, pero hace tan solo unas pocas horas, despertamos y habíamos retrocedido hasta el siglo pasado. Las noticias recogían los bombardeos iniciales de Rusia a Ucrania, así como los primeros heridos y muertos causados por la escalada militar orquestada por Putin. Sin duda, estamos viviendo los peores días de la historia reciente de la humanidad que, para personas de mi generación, tan solo eran reproducidos en libros de historia y documentales. Solo imaginen lo que pasa en estos días: una guerra en medio de una pandemia, igual o más asesina. ¡Que macabra combinación para nuestros tiempos!

Y es que para Mr. Putin, un eterno nostálgico de la Guerra Fría y de la supremacía rusa, una intervención militar en Ucrania es justa y necesaria; más allá de las represiones y bloqueos a todo nivel sobre los que ya han advertido las grandes potencias mundiales. Su ambición es clara, pese al discurso demagógico de proteger a las localidades ucranianas (y pro-rusas) en sus intentos de “independencia y autodeterminación”; que más bien, son un grupo de rebeldes y separatistas tan o más melancólicos que Putin de la añeja república soviética. Pero, esto va más allá de “darles voz” a los ciudadanos de Luhansk y Donetsk; implica pensar en los efectos de la invasión a un país que no ha provocado militarmente a nadie y que está siendo víctima de aquella extraña y enfermiza obsesión de Putin con la Organización del Tratado Atlántico Norte y Estados Unidos. 

Con bastante acomodo, Mr. Putin ha ido construyendo el camino para los ataques de hoy. Sabe que tiene cierta ventaja siendo uno de los mayores productores mundiales de petróleo, el principal proveedor de gas de Europa y un gran exportador de trigo. En un mundo globalizado, sin duda encontrará dificultades, sin embargo, ante una economía rusa que viene aislándose y siendo mayormente autosuficiente, el deterioro no será mortal; y, de potencialmente serlo, siempre podrá acudir a China, su histórica aliada. Aquí los perdedores somos esencialmente los países de Occidente que, aunque miramos de lejos lo que pasa al otro lado del charco, recibimos el impacto directo de la inflación, la incertidumbre de los mercados financieros y el retroceso democrático que tanto han cimentado la paz en el siglo XXI. Es decir, pese a que el mundo entero pagará un alto precio, como es de esperarse, regiones tan desiguales como América Latina sentirán un mayor golpe y, como siempre, bailaremos al son del tablero geopolítico y de Mr. Putin, la versión moderna de Iván “El Terrible”.