Más ciudadanía

¿Qué tan válido es tanto festejo por los 200 años de la Batalla de Pichincha? ¿No hubiera sido mejor invertir ese dinero en actividades permanentes o en programas que sean sostenibles en el tiempo?

Las respuestas son retóricas y cada uno de ustedes las habrá respondido. Hacer fiestas es más fácil que programar y planificar un proyecto de educación, recuperación social e innovación, que va acompañado con infraestructura, pero fundamentalmente, con metodologías participativas, mediante las cuales, la propia gente se apropie de los procesos.

Nuestras ciudades tienen infraestructuras pero carecen de ejes programáticos dilatados en el tiempo que planifiquen obtener resultados más allá de las métricas de asistencia a eventos y se propongan cambiar la cultura ciudadana desde abajo con la participación de la gente.

Hacer conciertos, editar libros, proponer contenidos digitales y demás acciones para conmemorar la batalla son eventuales y requieren ser el inicio de un cambio, no solo de una festividad de la que, como tal, al día siguiente solo tendremos chuchaqui.

El festejo de estos doscientos años debe verse reflejado en la construcción de una verdadera política cultural que revolucione los cimientos de la nacionalidad ecuatoriana, no que solo nos repita, en varios tonos y formatos, la historia del héroe niño. Los héroes deben ser más cercanos, deben ser reinterpretados, cuestionados y comentados por los propios ciudadanos, no solo por los expertos.

Bien por los conciertos gratuitos; bien por las obras teatrales que reproducen la gesta; excelente por los libros que nos cuentan sobre los héroes; enhorabuena por las aplicaciones digitales que usan nuevos formatos y acercan a los jóvenes. Sin embargo, son fuegos fatuos que no calan y no generan costumbre. Esos eventos culturales no crean cultura ciudadana, que es la verdadera independencia que debemos conseguir: ser más ciudadanos y menos asistentes a eventos.