Poliamor: libertad para amar

Martín Riofrío Cordero

Dentro de la generación Z (nacidos de 1997 en adelante), el poliamor es una práctica que se ha puesto de moda. Su concepción, el de tener una relación amorosa no monógama, de manera simultánea y consensuada, con más de una persona, viene de dos términos. Uno en griego y otro en latín: poli, que significa ‘‘muchos’’, y amor, que en este caso, desde tiempos inmemoriales, ya sabemos lo que significa. Hoy en día, entre los jóvenes, es bastante común que cuando empiezas a conocer a alguien te hagan las siguientes preguntas: ‘‘¿Qué piensas de las relaciones poliamorosas? ¿Has practicado, alguna vez, el poliamor?’’. Esto se ha convertido en una cuestión recurrente, a tal punto que puede determinar el futuro de una posible relación amorosa, o el inmediato desinterés de una persona hacia otra.

El poliamor, sin embargo, pese a ser una forma de pensar las relaciones que fomenta la libertad sexual y sentimental, tiene sus reglas. En realidad, cada grupo determina sus límites. Entre sus premisas básicas, por ejemplo, está el que todos los miembros deben estar de acuerdo. Conocer la situación a la que se exponen, sus implicaciones, y aceptarlas. En un artículo publicado en El País por Julia Roiz, el sexólogo español Jesús Alonso declara que el poliamor se ha extendido tanto entre las últimas generaciones porque son las que más acceso a la información han tenido, y eso: ‘‘ha hecho que vean la vida de una manera más abierta’’. Señala también, refiriéndose al modo en que se dan los vínculos poliamorosos que lo más usual son las tríadas: donde una persona mantiene una relación con otras dos a la vez.

Muchos han fantaseado alguna vez con la posibilidad de tener varias parejas a la vez. Incluso, hay quienes lo llevan a cabo en secreto, sin el conocimiento de ninguna de las partes. En este caso, se considera una infidelidad.

¿Pero qué diferencia al poliamor de una infidelidad?

En el poliamor, a diferencia de la infidelidad, se apela a una conciencia no monógama, consensuada, y ética. Se pone la honestidad por encima de todo. Dentro de este tipo de relaciones la comunicación es clave. Contar a las partes involucradas dónde has estado, con quién has estado, o cómo se ha estado. En este último caso, es una decisión particular.

Uno de los argumentos más extendidos por quienes practican el poliamor es que las relaciones monógamas corresponden a un sentido heteronormado y patriarcal de la vida, asociado muchas veces a la religión.

En mi caso, prefiero adoptar una opinión que el buen lector entenderá. Algo que dijo Borges, sobre el amor y la amistad, en una conocida entrevista: ‘‘El amor está lleno de ansiedades, de dudas, un día de ausencia puede ser terrible (…) La amistad puede prescindir de la confidencia. En el amor, no. En el amor, si no hay confidencia, uno ya lo siente como una traición’’.