Luz de América

Con la batalla de Pichincha culminó un largo proceso iniciado en la hacienda ‘El Chillo’ en la navidad del año 1808, cuando los patriotas quiteños se reunieron para planificar la creación de una Junta soberana, independiente de España. Siete meses después, el 10 de Agosto de 1810, cumplieron su cometido, ocasionando una feroz reacción de las autoridades virreinales que arremetieron contra “los insurgentes” sentenciando que “Nunca Quito podrá no ser pueblo de España…” y le declararon “una Sangrienta Guerra desoladora… por haber usurpado las Regias preeminencias de su Majestad”. De ese modo sometieron a la Revolución.

Un año más tarde, el 2 de Agosto, las tropas limeñas del coronel Arredondo, asesinaron a los líderes revolucionarios y emprendieron la matanza de la población. Según documento de la época: “Concluido el destrozo sangriento de los presos destinados a la muerte, salieron los mismos soldados por las calles matando a cuantos se encontraban de todos los estados, sexos y edades… En estas operaciones de robos y muertes alevosas permanecieron hasta el día 4…”.

Llegó el coronel Carlos Montúfar, comisionado para lograr la paz, pero, enterado de los acontecimientos, conformó un nuevo gobierno que dio paso a la creación del Estado de Quito y promulgó su Constitución Política, de corte liberal, el 15 de febrero de 1812. Tres campañas militares, la derrota final y la ejecución de “no menos de tres mil personas”, fue el colofón de este sueño de libertad.

Quito quedó exhausta y nuevamente sometida al dominio español, hasta que Guayaquil, tan pronto conquistada su independencia, inició una campaña con la División Protectora de Quito a la que se sumaron las tropas del general Antonio José de Sucre y una División peruana, al mando del general Santa Cruz que, unidas en Saraguro y reorganizadas en Cuenca, marcharon al encuentro con la gloria en las faldas del volcán Pichincha, el 24 de mayo de 1822.  Posteriormente, con la Batalla de Ibarra del 17 de julio de 1823, se consolidó la independencia del actual Ecuador que, liberado del dominio ibérico hace doscientos años, todavía espera la justicia social que consolide una auténtica libertad.