Los platos rotos los pagan los pueblos

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

La semana pasada el petróleo estuvo por encima de los cien dólares por barril, conforme la agresión de Rusia a Ucrania se extiende e intensifica. Desgraciadamente, por ahora nada parece que vaya a cambiar de un día para otro. Los imperios, donde quiera que estén y del signo que sean, siempre tienen comportamientos similares. Los platos rotos los pagan los pueblos, dice con obstinación la historia.

Ecuador tiene como principal rubro de ingresos el petróleo. Por tanto, es necesario que el Gobierno revise sus cifras de ingresos con responsabilidad. Tal vez sea el momento de restablecer aquellos “fonditos” de estabilización, previstos para posibles crisis, que el régimen correísta consideró innecesarios y a los que echamos de menos en medio de la crisis abrumadora de la pandemia.

El futuro en el mundo que vivimos es impredecible. Cualquier conjetura en materia de geopolítica es siempre aventurada, en especial desde este hemisferio sur. De la pandemia, que significó un retroceso brutal en el desenvolvimiento económico y social del país, pasamos a una pospandemia en la que se incluye una sangrienta guerra en Europa que irradia a todo el planeta.

Un informe reciente del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, recordaba que en la pospandemia en América Latina ““los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos”. Los altos precios del petróleo podrían desatar también las ambiciones populistas que, con manifiesta amoralidad, asoman la oreja en el escenario político local.

No siempre es fácil entender por qué se producen los fenómenos y acontecimientos, qué motiva un comportamiento o una decisión. El conflicto ruso-ucraniano es una prueba, así como la manera con la que Occidente lo encara. Otra vez en Ecuador, todos los poderes del Estado, tienen ante sí una encrucijada: seguir adelante como se hacía antaño o ajustarse a las exigencias de un mundo impredecible.

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