Los laboratorios y la cuarta revolución

La Cuarta Revolución Industrial está aquí pero no nos hemos enterado. Bueno, algunos sí y la mayoría no; entre ellas nuestras instituciones educativas, que siguen pensando que el libro, la tiza y el puntero son parte esencial de la educación, la formación y la profesionalización.

Las tres revoluciones de la industria mundial se basaron en lo mecánico, lo eléctrico y lo informático, de manera secuencial. Ahora, la industria se fundamenta en un conjunto de saberes, prácticas y herramientas distintas, que no provienen de una sola fuente energética o de difusión, ni siquiera de conexión, sino que integra todas las anteriores y suma las innovaciones.

Pero no solo los productos son parte de esta revolución, sino también los procesos, y aquí es donde las instituciones educativas están en el siglo XX, en sus albores, pues integrar herramientas, a fuerza de distanciamiento, ha sido un avance, pero el proceso interno no ha venido con este cambio o aporte.

Muchas instituciones, que están en docencia virtual, necesitan justificar su infraestructura y para ello llaman a los estudiantes, docentes y administrativos a que cumplan su horario, cuando bien pueden trabajar y solucionar problemas mediante la conexión. Y mucho más es cuando un docente universitario de posgrado se queja cuando un estudiante se conecta desde su teléfono y está viajando.

La ubicuidad es parte de esta revolución industrial y también educativa. Los procesos son más importantes que los productos, que constantemente son perfectibles y modificables, mediante el desarrollo de metodologías de trabajo, investigación y creación que cada vez se acoplen más a las necesidades y realidades sociales.

¿Como país estamos pensando a futuro? ¿Seguimos siendo reactivos y estúpidamente individualistas? Ya pasó el tiempo de “mi partido”, “mi empresa”, “mi gobierno”; ahora estamos poniendo atención a lo comunitario, pero sin diferenciación de banderas, pues lo público y común es de bien para todos, no solo para los bautizados, inscritos o afiliados.

La cuarta revolución industrial será posible si cambiamos los paradigmas sociales, gubernamentales, familiares, barriales, con fines de bienestar común y no con fines individuales; aunque los líderes tecnológicos muestren sus ansias de poder y sus vanidades, por otro lado están los espacios de laboratorios ciudadanos que anulan esas “proezas” inalcanzables y las hacen próximas. Allí está la verdadera transición hacia la Cuarta Revolución, que es de pensamiento y acción.