Made in China

Lorena Ballesteros

En los ochenta, década en la que nací, y quizás hasta entrado el nuevo siglo la etiqueta ‘Made in China’ era sinónimo de mala calidad. Se creía firmemente que un producto de la China no duraría, se averiaría o rompería. Sin embargo, con el paso de los años esa industria ha invadido con sus productos todos los sectores: vestimenta, menaje del hogar, electrodomésticos, etc. Como tampoco ha sido exento de este impulso la industria automotriz.

Recuerdo que hace un par de años, cuando con mi esposo pensábamos en cambiar de vehículo, visitamos una concesionaria de automóviles chinos. Nos gustaron. Casi nos convencieron. Pero, ese mito que nos ha convencido a los ‘late millenials’ y a los de la generación X no pudo romperlo ni el vendedor del automóvil. Apostamos por un carro francés.

Sin embargo, hay que reconocer que los chinos algo están haciendo bien. No en vano son una potencia mundial que abastece, no solo a sus 1 400 miles de millones de habitantes, sino también a cientos de otros países.

Es en este contexto que conocí a Pablo Contreras, piloto profesional ecuatoriano. Pablo ha cruzado desde Ecuador hasta Venezuela. Ha hecho travesías terrestres de semanas. Pero, nunca lo había hecho en un automóvil chino. Fue así como, en diciembre de 2023 se decidió a buscar a un auspiciante que quisiera apostar por un reto: “de la mitad del mundo, al fin del mundo”. Pablo proponía salir de Quito, por tierra, a mediados de diciembre y llegar hasta Ushuaia, Argentina (el último punto del subcontinente al que se puede llegar en auto) hasta el 31, para recibir el año nuevo.

La nave selecta fue una camioneta Rich 6 standard, de Dongfeng, con la cual recorrió 25 mil kilómetros entre ida y vuelta. Cuando le pregunto, ¿por qué estándar? Me dice: “porque quise demostrar que cualquier persona o familia puede emprender esta aventura en su camioneta y desmitificar que una china no podría hacerlo”. Cuenta que, durante el trayecto, apenas tuvo que hacerle cambios de filtro de aire y de aceite, lo habitual en mantenimientos de 5 mil o 10 mil kilómetros.

Para llegar hasta Argentina pasó por Perú, Bolivia y Chile. En su viaje embarcó a su hija, a su hijo, a su esposa y también a la suegra. Todos llegaron sanos y salvos. Eso sí, más resilientes, más entusiastas por la geografía andina y con mayor conocimiento sobre cruce de fronteras, gastronomía, topografía y carreteras de cada país.

Pablo reconoce que además de la camioneta china, su otro aliado fue Waze. Programó las rutas diariamente y condujo los kilómetros que la visibilidad de la luz del día le permitieron.

Sinceramente le envidio, tanto a su espíritu aventurero, como a su decisión de romper esos mitos de los que nos solemos convencer.