Fue en el año de 1994 cuando los socialcristianos y roldosistas, no porque sigan a Jaime, sino a su líder Abdalá Bucaram, dieron vida al Pacto de la Regalada Gana. Lo escribo en mayúsculas, pues así lo bautizó “el Loco que ama” con beneplácito de León Febres Cordero.
La repartición de las comisiones del Congreso concretó el acuerdo entre dos rivales políticos feroces. Hasta ese momento, León y el Loco se decían hasta de qué iba a morir cada uno, pero en el momento del reparto se olvidaron de los exilios y de las persecuciones. La trinca hace magia y en Ecuador, entre gallos y media noche. Detrás del famoso Pacto no había ninguna agenda, si es que acaso los partidos políticos la tenían.
Atrás quedó la Asamblea peor calificada desde el retorno a la democracia en 1979 y lo último que nos pudiera suceder es que esta, la nueva, sea peor que la anterior y se sigan confundiendo las agendas personales y otras corporativistas en contraste con el interés nacional.
Nadie está en contra de los acuerdos en la medida de que haya agendas, temas, propósitos claros, objetivos, tiempos y recursos asignados, pero estamos, rotundamente, en contra del reparto de las comisiones, los hospitales, de las tranzas del hombre del maletín y de las negociaciones que comprometen el futuro de las actuales y nuevas generaciones.
Tan delicada es la situación del país que no resistiría más repartos, más corrupción, más desmemoria.
A propósito de algunas propuestas de los perdedores de las elecciones, valdría recordar que las comisiones de la verdad son aquellas que, en su momento, esclarecieron la ignominia, el abuso y la transgresión exacerbada de los derechos humanos como cuando Ernesto Sábato presidió la de Argentina después de la dictadura atroz del general Jorge Videla.
Acá, los casos de corrupción deberían juntarnos en un solo puño para que nunca vuelvan los delincuentes disfrazados de políticos. Necesitamos un Pacto Social sin impunidad con ética y decencia, con solidaridad, con una agenda de acuerdos mínimos desde un espacio democrático y transparente. Enterremos de una vez, las viejas y groseras prácticas políticas.