La gobernanza

Por: Eduardo F. Naranjo C.

Seguir las instrucciones y mandatos del FMI como praxis no resuelve nada y agitará las aguas que están a punto. El Gobierno reduce el Estado y envía numerosos jóvenes a la desocupación; no se ve inversión externa que genere trabajo.

La pandemia favoreció al descalabrado Gobierno de Moreno, que se salvó gracias a la astucia de la ministra Romo. Casi un quinquenio se viene hablando de generación de empleos por el sector privado, con inversiones que ya deberían haber llegado; sin embargo, cada día hay menos gente trabajando.

Las inversiones en infraestructura que el país requiere para mejorar la productividad y conectividad no se ven ni se verán; la circulación de ministros evidencia una incapacidad metódica. En cambio, el sector bancario mejoró su rentabilidad, al reducir a la mitad el personal de cajeros —reemplazándolos por máquinas—; eso se intenta emular en las instituciones estatales.

Nos hallamos sumidos en un trance de tragedia y comedia. Las cosas típicas continúan ocurriendo en la Asamblea Nacional, entre jugadas políticas estériles, en tanto el Ejecutivo sale a la pelea con buen vocabulario.

Se jactan de haber subido la reserva monetaria, de acuerdo a la fórmula fondomonetarista. Krugman, Nobel de Economía, critica el método como no funcional. Ni los pequeños emprendimientos caminan por falta de circulante y la inflación que nos devora. La conmoción social anda suelta.

Los precios aumentaron sustancialmente y se redujeron los presupuestos para educación y salud, la base de ayuda real del Estado a la sociedad. Sin embargo, aparecen los fósiles de siempre, con “clichés repetitivos” justificando al ejecutivo extraviado.

Gobernar es conocer ampliamente las necesidades, planificar y lograr soluciones, más aun en un país complejo que requiere enormes cantidades de información y gente con experiencia. No es dirigir una empresa privada donde el interés y el mando son uno.