La educación

Rodrigo Santillán Peralbo

Alrededor de cien mil niñas, niños y adolescentes no asisten a escuelas y colegios debido a la carencia de recursos económicos que los obliga a trabajar en calles y plazas de las ciudades o a pastorear animales y dedicarse a labores agrícolas en el campo, pero la situación se agrava por culpa del Estado que se despreocupó del mantenimiento de escuelas y colegios, como se ha demostrado con decenas de construcciones educacionales, al iniciarse el ciclo escolar en la Costa.

La actitud pasiva o negligente de las autoridades correspondientes es imperdonable. No puede haber justificación para mirar impasibles el deterioro de los locales escolares cuando la responsabilidad, era y es, exigir al gobierno que atienda el buen mantenimiento de las aulas en escuelas y colegios.

La ministra de Educación ha reconocido que en la Costa hay 151 unidades educativas en mal estado por lo que no pudieron recibir a estudiantes de todos los niveles, pero graciosamente se afirma que pueden recibir clases a distancia, como si todos los niños tuviesen en sus hogares electricidad, internet y computadoras; pero, además los niños, niñas y adolescentes necesitan estar en contacto con sus compañeros para establecer amistades y relaciones solidarias.

Según la UNICEF, todos deberían asistir a escuelas y colegios ya que “los niños y niñas en situación de vulnerabilidad pagan el precio más alto, debido a que es en estos lugares donde ellas y ellos reciben protección, alimentación y educación”. Es deber ineludible del Estado acabar con las desigualdades socio-económicas para garantizar una educación de calidad y que se comprenda que “la mejor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos es la educación” para posibilitar un futuro brillante, de paz y progreso que todos y todas anhelan.