El país se juega su futuro

Kléber Mantilla Cisneros

La campaña presidencial de segunda vuelta está sacudida por el uso mefistofélico de recursos públicos no declarados por alcaldías y prefecturas, el gasto ambiguo electoral y la exposición política en radioemisoras que dependen de nuestros impuestos. Una suerte de indefinición del Consejo Nacional Electoral (CNE) que grafica un cuadrilátero lleno de expectativa por el desenlace, encuestas craneadas sin rubros y los pedidos ciudadanos por otro debate entre los vicepresidenciables que, por alguna extraña razón, son quienes se han dedicado a restarles votos a sus binomios.

En los barrios de Quito no es novedad encontrarse con algún mitin auspiciado por la Prefectura de Pichincha o escuchar en la radioemisora municipal un acalorado proselitismo negacionista con sabor a derrota y guante. Aunque, no se precisa el pago de honorarios a asesores de imagen, encuestas de opinión, consultorías en territorio, noticias falsas y TikToks, logística, facturas de artículos promocionales, pago a reguetoneros, modelos y cantantes, red de seguridad privada y la movilización de ambos candidatos. Frente a tal incertidumbre y falta de detalles en el web del CNE, se vuelve más difícil confiar nuestro voto.

Ambos candidatos se comprometen con todo, pero hay desafíos inconfesables aún: ¿Cómo se concretará la Ley de Extinción de Dominio y la esfera penal para saqueadores, corruptos y narcotraficantes? ¿Con qué recursos se compensará el extractivismo minero y petrolero? ¿Qué día y hora se conocerán los nombres de los asesinos intelectuales de Fernando Villavicencio? Tres incógnitas del debate nacional que merecen respuestas y el liderazgo al que aspiran ellos, antes del cierre del balotaje. Cara a cara, Daniel Noboa y Luisa González se medirán el 1 de octubre, cual ‘round’ de boxeo.

Vale la pena asestar temáticas críticas de lo que se puede venir: migración, empleo, medio ambiente, IESS, eliminación de subsidios, atención de salud y tráfico de medicinas, control de puertos, dolarización, transparencia, depuración de la Policía, seguridad, entorno económico, agroturismo, biodiversidad, ciberactivismo, entre otros. Los problemas sociales de todo tipo están ahí y la lista de soluciones no son pasajeras sino estructurales. Sin embargo, soplan vientos de cambio; y, para un nuevo gobernante, es más difícil ejercer el poder fuera del continuismo, pero tiene que hacerlo. Democracia o demagogia, sin ‘tirar la toalla’.

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