Maldito populismo

César Ulloa

El populismo está en el ADN de la cultura política de nuestro país. Por esta alfombra deshilachada han desfilado Carlos Guevara Moreno, Velasco Ibarra, Abdalá Bucaram, Rafael Correa y decenas de candidatos para todas las dignidades que pretenden imitar a estos personajes. La fórmula es sencilla, nada elaborada pero sí esquemática. Utilizan de forma recurrente e histriónica un discurso grandilocuente en contra de alguien, de un enemigo real o simbólico. Puede ser la oligarquía, la banca, los medios de comunicación, los desertores de sus movimientos, los organismos internacionales. Su justificación también es simple: todos están en contra del pueblo, menos el líder redentor con estatus de Mesías.

Siguiendo este guión, atrapan a millones de personas en una telaraña demagógica que genera un clima de polarización, pues funciona de mil maravillas el adagio que dice “divide y vencerás”, en otras palabras, están conmigo y contra de mí. Dicho en jerga populista: a favor del pueblo o en contra del pueblo. No obstante, la mayor contradicción es que los populistas viven, visten, comen y beben como reyes, príncipes o jeques. Además de tener grandes cortes de lambones y carga maletas que les repiten que ellos son los más bellos y los mejores como el espejo de los cuentos de hadas.

El populismo no reconoce ideología, pues se acomoda en la derecha o la izquierda según sus conveniencias, también puede abrazar todo tipo de causas si la finalidad es ganar votos. Por eso, se contradice de manera permanente, bajo la narrativa de que solo el líder puede cambiar de opinión. Si bien, esta estrategia apela al pueblo, sin embargo, las decisiones que toma son siempre desde arriba, porque además el mismo pueblo le delega al líder, casi ciegamente, que haga lo que considere en su beneficio. Eso explica, la corrupción y la discrecionalidad en el uso de los recursos.

Es parte del populismo la demagogia y el clientelismo, pero no necesariamente sus mayores características. A puertas de una nueva elección, es inevitable tener un barómetro populista para no caer en la misma trampa de siempre. No es tiempo para populismo, aunque eso vaya en contra de la cultura política tan acentuada en nuestro país.