¿Intento de golpe de Estado?

Alejandro Querejeta Barceló

Las embestidas del populismo de derecha e izquierda no cesan. El espectáculo protagonizado por la mezcla de ambos en el tema del juicio político al presidente Guillermo Lasso lo muestra en todos sus matices. El sistema de frenos y contrapesos de nuestra democracia liberal es un enfermo terminal.

Las desigualdades económicas y sociales que caracterizan a nuestro país, parecen el principal freno para el crecimiento económico y el avance social. En cuanto a la política, estamos anclados en un retroceso permanente. El populismo es una marea creciente.

Mientras, en la Asamblea Nacional se vivió la pugna interna por cargos. Lo que va mal puede ir a peor. El choque de expectativas es evidente y el futuro no parece promisorio. Nuestros populistas, por lo que se ve, quieren apoderarse de las instituciones del Estado para luego perpetuarse en el poder, y el control de la Asamblea es sólo un paso más.

Para sus partidarios, el populismo es la respuesta democrática a la pobreza, la desigualdad, la discriminación. A nuestros populistas no les importa entronizar estafadores, delincuentes convictos, fantoches.  Bien sea para ministros, jueces o lo que sea. O un mesías redentor, que sirva para colocarlo en un pedestal de superioridad moral. ¿Por qué sorprenderse de que sus líderes se erijan en profetas?

El único gobierno de derecha en la Iberoamérica del Pacífico podría tener sus horas, o días, contados. Con el juicio político, que algunos consideran un intento de golpe de Estado parlamentario, lo que está en juego es la sobrevivencia de la democracia liberal, que podría llegar a su fin a la vuelta de la esquina.

Queda mucho por recorrer y afrontar si Lasso, por fin, de verdad les planta cara. ¿Qué pasará ahora? Por lo que se dice, sin embargo, el presidente no parece estar dispuesto a aflojar, pero el sudor frío se agranda. Lo importante es no rendirse. ¿Lo peor? Quedarse en el intento de dar el frente. Dios no lo quiera.

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