Hedores pútridos

carlos-freile-columnista-diario-la-hora

Carlos Freile

Hace cien años ya lo cantó el tango: “…el mundo fue y será una porquería…”. Hoy en día el asunto sigue igual y peor; en los últimos días hemos tenido que taparnos la nariz frente a hechos nauseabundos.

El mundo, sobre todo el de habla hispánica, se ha vuelto loco con la separación ruidosa de una cantante y un exfutbolista; ella ha aireado a diestra y siniestra sus frustraciones y amarguras por medio de una canción de ínfima calidad. La cantante ha olvidado que el ofensor es el padre de sus hijos; ellos tienen el deber de honrarlo a pesar de todo y el derecho a verlo sin pasar por el filtro de la decepción materna. Ella debió mostrar un poco más de respeto por su propia dignidad de madre y de mujer.

Otro hecho repugnante y de olor mefítico es el video preparado en Argentina para homenajear a un famoso y mediático futbolista: mientras una voz ‘en off’ recita la oración católica del Credo, las imágenes muestran al jugador como si fuera Jesucristo y al final agradecen al Messias. Blasfemo y repugnante. Me reafirmo en criticar esa desmesura irrespetuosa con las convicciones de millones de personas.

Hace pocos días en un país desarrollado, muy civilizado, la madre de un niño pequeño hizo público su deseo de castrarlo para convertirlo en niña (¡!); el padre se opuso; el asunto fue a los tribunales y los jueces dieron la razón a la madre. Esta horrorosa pretensión ataca en sus bases a la misma naturaleza y a la integridad de ese infeliz niño. Si la madre hubiese deseado cortarle una mano, ¿los jueces habrían aceptado la mutilación? Si la madre le diese a su hijito una copa de licor a la hora de las comidas, ¿los jueces la apoyarían?

Existe a nivel mundial una campaña contra la patria potestad inserta en el combate a los valores de la cultura occidental que poco a poco traslada la responsabilidad de la educación de los niños al Estado en desmedro de los padres. Es de esperar que esas hediondas reformas no lleguen a nuestro país, aunque aquí ya hemos visto cómo se viola la conciencia de las personas con toda impunidad y frente al silencio de casi todos.