¿Habla en serio, presidente?

Ugo Stornaiolo

El mandatario lo anunció en EE. UU.: “la Constitución permite la reelección por una sola vez, eso será en el 2025, y al menos en Washington uno se envalentona un poco y puedo decirles que no voy a escabullir esa responsabilidad”. Las razones para su decisión son porque la economía “está en muy buena salud”, aunque le preocupa “la seguridad interna”.

Sin embargo, el mandatario se atribuye logros, como la incautación de 300 toneladas de droga, cifra que supera a los gobiernos anteriores. Agrega que el crimen organizado respondió con violencia en cárceles y calles. Pero, asegura que un éxito de su gobierno es haberlo afrontado con las Fuerzas Armadas y la Policía.

¿Está seguro presidente? Los indicadores económicos son buenos, pero su liderazgo no. Sus funcionarios no se alinean al proyecto y la oposición en la asamblea hace todo para destituirlo. Entretanto, el narcotráfico penetró al poder judicial y político, sin olvidar a las fuerzas del orden. La denuncia de hace un año del embajador estadounidense Fitzpatrick sobre los narcogenerales añade también a narcoabogados y narcojueces. La profecía del fallecido Francisco Huerta, el 30 de septiembre de 2010 (a la misma hora de la seudo asonada contra Correa) se cumplió: “el Ecuador es una narco democracia”.

Fitzpatrick sostiene que “los carteles están peleando entre ellos por el control de las rutas, los puertos, las cárceles y la justicia”. Pruebas al canto: jueces venales (por sobornos o autos de alta gama) liberando presos sentenciados, como el exvicepresidente Glas, el responsable de los negociados de los hospitales de Guayaquil, Daniel Salcedo y conocidos narcotraficantes.

El correísmo insiste, sospechosamente, en el ‘no’ a la pregunta sobre la extradición de narcodelincuentes, hablando de una supuesta soberanía (como Pablo Escobar en los ’80 en Colombia). No extrañaría que en las elecciones seccionales se elija alcaldes, prefectos o concejales a personas vinculadas con el crimen organizado o, directamente, narcotraficantes.

Antes de su muerte Huerta declaró que las mafias del narcotráfico penetraron las Fuerzas Armadas, la Policía, los partidos y asociaciones deportivas. Agrega el embajador Fitzpatrick: “cuando los jueces al azar liberan a los asesinos y a sus protectores repetidamente, estos asesinos y sus narco-abogados se ríen y bailan mientras salen de la Corte y van camino hacia el banco. Se requiere que todas las ramas del Estado trabajen de manera articulada”. Si Lasso quiere reelegirse, debe mirar esta realidad.