Gestión de riesgos

Por Rosalía Arteaga

El desastre de La Gasca y La Comuna nos ha conmovido a todos. La pérdida de vidas humanas, la precaria situación en la que quedan algunas familias por la destrucción total o parcial de sus viviendas, de sus enseres domésticos y también de elementos que les servían para su trabajo, han generado la solidaridad de muchas personas, que aportan con recursos y con mano de obra para solucionar las necesidades emergentes de los damnificados.

El evento ocurrido en barrios de la ciudad de Quito pone de relieve, en primer lugar, la fragilidad humana y también la vulnerabilidad de las construcciones, pero también saca a relucir temas como imprevisión en cuanto a la ubicación de las viviendas, así como problemas graves en el manejo ambiental, que permite la tala de los bosques sin advertir que es esta cobertura vegetal la que sostiene el agua y la tierra e impide que el agua lo arrase todo, sobre todo cuando hay episodios de enorme pluviosidad como los vividos en la región durante la semana anterior.

Las situaciones pueden prevenirse. En los actuales momentos hay técnicas al alcance de la mano, y también antecedentes históricos que relatan cómo, en décadas anteriores, se produjeron desastres en los mismos barrios y por las mismas causas. Por ello se hace tan necesario que cada municipio cuente con departamentos sólidos de gestión de riesgos, que no sean oficinas burocráticas, sino que recorran los territorios, estudien las variables, analicen los problemas y aporten con soluciones, sobre todo en el ámbito de la prevención, que tan buenos resultados puede dar.

Gestión de riesgos que nos dirá que siempre tendremos, en determinadas épocas del año, exceso de lluvias. Esa agua generada necesita desfogar por algún sector. Las quebradas son parte de ese sistema natural, más aún en lugares montañosos como los que ocupa la capital de los ecuatorianos, recostada en las faldas de un volcán.

Si los fenómenos como las erupciones, los temblores, ocurren de manera esporádica, por supuesto que debemos estar preparados. Los fenómenos hidrometeorológicos tienen sus ciclos, ocurren generalmente cada año y a veces en períodos más cortos de tiempo, por lo que es indispensable tener políticas públicas que atiendan las situaciones que pueden presentarse y no se actúe solo de manera reactiva cuando los problemas ocurren y a veces tenemos situaciones irremediables como la pérdida de vidas humanas.

El sentido común debe ser un aliado invaluable de la gestión de riesgos. Ese sentido común nos dice que las aguas generalmente vuelven a sus cauces originales, que las quebradas deben mantenerse limpias, despejadas, que la tala de árboles no puede ser indiscriminada, que las construcciones no deben ser edificadas en esos lugares vulnerables, que la gente debe estar preparada para las contingencias climáticas. En fin, que la prevención es mejor que la remediación.