Fracturas

Estamos fracturados hace mucho rato y las partes se volverán a juntar si el bálsamo es la paz auténtica. Esto no desconoce la precariedad en la que viven los segmentos más pobres del país ni los errores en la conducción del Estado por parte de los partidos, las distintas Funciones y los diferentes niveles de gobierno, pero sí es una oportunidad para repensarnos como nación, sincerarnos como sociedad, construirnos desde el reconocimiento, sobre la base de un presente con respeto, estima y dignidad. Hagámonos cargo de la responsabilidad de lo que hacemos y no dejemos de sanar desde ahora. No olvidemos que el caos favorece, únicamente, a la delincuencia, retarda el funcionamiento de las instituciones, empeora los servicios, impide el normal desenvolvimiento de todas las actividades. No debemos confinarnos por miedo, temor, riesgo.

El bálsamo es la confianza que se requiere cada día, sobre la base de los hechos, pues discursos y tarimeros hemos tenido hasta para regalar y las experiencias han sido nefastas. Entonces, debemos escoger a líderes ejemplares, que no se inventen el agua tibia y que sean verdaderos referentes de honestidad, equilibrio, sensibilidad y sentido común. Necesitamos gente decente al frente de las principales funciones y cargos, que nos hagan quedar bien, que nos sintamos orgullosos y que nos representen. Estamos con la estima en los suelos y la dignidad tocada, pues las dolorosas lecciones no han servido de nada. Los errores son más frecuentes e intensos. Es imperativo recuperar la confianza con acciones. No podemos perder un segundo más.

¿Qué país estamos dejando a las nuevas generaciones? ¿Podemos hablar de semilleros de esperanza si las cosas se mantienen y empeoran? Octubre de 2019 y junio de 2022 que sean pálidos en la memoria, porque supimos superarnos en soluciones, en dialogar y trazarnos un país que merecemos. Tenemos lo más importante, nuestra gente, que, aunque ahora está golpeada, volverá a caminar con la frente en alto. No dejemos que el Estado vaya para fallido y que el descontrol haga de nuestro país, tierra de nadie o, mejor dicho, de la violencia.