Espantoso aumento del trabajo infantil

NUEVA DELHI

Por primera vez en dos décadas, el número de niños trabajadores ha aumentado. El escandaloso aumento -de 152 millones a 160 millones en todo el mundo, según datos recientes de Naciones Unidas- se produjo en los cuatro años que precedieron a la pandemia del Covid-19.

El mundo apartó la vista de la promesa que hicimos de acabar con el trabajo infantil para 2025. El aumento del trabajo infantil se ha producido durante un periodo en el que la riqueza mundial ha aumentado en 10.000 millones de dólares.

La pandemia ha revelado lo fundamentalmente desigual que se ha vuelto nuestro mundo. Según Forbes, durante la pandemia se ha creado un nuevo multimillonario cada 17 horas. Mientras tanto, se estima que 200 millones de adultos en todo el mundo habrán perdido su trabajo para finales de 2022, y la Organización Internacional del Trabajo advierte que la crisis del COVID-19 podría empujar a 8,9 millones más de niños al trabajo infantil para entonces. Dadas las tendencias actuales, esta cifra no hará más que aumentar.

El mundo se enfrenta, pues, no sólo a una crisis sanitaria, sino también a una crisis de igualdad, justicia y moralidad. Hay riqueza más que suficiente para que todos los niños puedan ir a la escuela en lugar de tener que trabajar para sobrevivir. La cuestión es cómo decidimos compartir esa riqueza, y con quién. Hasta ahora, no hemos dado a nuestros hijos la parte que les corresponde.

Pero podemos empezar a hacerlo ahora. En vista de la crisis inmediata, los líderes mundiales deben asignar a los niños más pobres y marginados su parte justa de la riqueza mundial, canalizándola a través de los presupuestos gubernamentales y la ayuda oficial al desarrollo (AOD). También deben introducir y reforzar políticas específicas (incluyendo la aplicación de la ley y la legislación destinada a acabar con el trabajo infantil) y la protección social (incluyendo la atención sanitaria, la educación, el acceso al agua potable, el saneamiento y la vivienda).

La protección social debe hacer hincapié en las prestaciones directas a la infancia que pueden proporcionar una ayuda inmediata y eficaz para sacar a millones de niños del peligro y escolarizarlos. Programas como Bolsa Familia en Brasil, Midday Meals en India y Child Grants en Zambia han demostrado el impacto positivo de estos pagos. Y la protección social centrada en los niños debería complementar una mayor inversión en la defensa del derecho universal a la educación y la salud, el estado de derecho y el trabajo decente para los adultos.

Los servicios públicos y los planes de bienestar ayudaron a acabar con el trabajo infantil en los países ricos hace décadas. Hoy en día, la protección social de los ciudadanos es una de las principales prioridades de estos países y representa la mayor parte del gasto público nacional. Por lo tanto, extender estas políticas a los niños más necesitados debería ser también una prioridad en los presupuestos de AOD de las economías avanzadas.

Este año, el Año Internacional de la Erradicación del Trabajo Infantil, los países más ricos del mundo deberían establecer un fondo global de protección social bien dotado, cuyo elemento clave sea la asistencia directa a los niños más marginados y en riesgo. La Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en septiembre de este año, es la oportunidad perfecta para anunciarlo.

Los países menos ricos también tienen la responsabilidad de aumentar las asignaciones presupuestarias para establecer y reforzar los pisos de protección social. Deben garantizar que todos los niños estén protegidos por una red de seguridad de educación, atención sanitaria, agua potable, saneamiento y vivienda adecuada. Al hacerlo, los responsables políticos deben dar prioridad a los hijos de los trabajadores agrícolas y migrantes, así como a los niños que se desplazan y que ya corren un mayor riesgo. Debemos poner al último niño al frente de la fila.

Eso significa entender la vida, la libertad y el futuro de un niño de forma holística. La perpetuación del trabajo infantil se traduce en una educación y una atención sanitaria deficientes, lo que conduce a su vez a la pobreza intergeneracional.

Acabar con el trabajo infantil es posible. Conocemos la solución al trabajo infantil, y tenemos la riqueza y el conocimiento para aplicarla. Lo que nos falta actualmente es voluntad política.

Hoy en día, 160 millones de niños trabajan a costa de su educación, su libertad y su futuro, y millones más están en peligro. Pero una infancia sin explotación no debería ser un privilegio. Todos los niños son importantes. A medida que nos curamos y salimos de la pandemia, debemos llevarlos a todos con nosotros.

* Premio Nobel de la Paz, fundador de Laureados y Líderes por la Infancia. 

© Project Syndicate, 2021.