Enseñar versus regañar

El fin de semana aprovechamos para escapar al cine en familia. Como preámbulo a la película ‘Encanto’ se proyecta el nuevo corto de Disney titulado ‘Lejos del árbol’. La animación muestra a dos mapaches, padre e hijo, en busca de alimento en una playa. El padre pone a buen resguardo a su hijo mientras él hace lo propio. Sin embargo, el cachorro se deja entretener por todas las distracciones su alrededor: pájaros, la marea que sube y baja… El padre, cada vez más molesto regaña a su hijo para que se quede quieto. Finalmente, el pequeño vuelve a escaparse y se enfrenta a un lobo. El padre llega a tiempo de que lo devore, pero no antes de que consiga arañarle con sus filudas garras. ¡Ya se imaginarán el reto que le cae el pobre chiquillo! Pero, se puede ver que el padre tiene una cicatriz similar a la que le ha dejado el lobo a su hijo. ¡Por eso tenía tanto miedo! No quería que a su hijo le sucediera lo mismo.

El corto sigue y repite secuencia. Se entiende que el pequeño ha crecido y ahora es padre. Está con su hijo en el mismo escenario y se enfrenta a los mismos peligros. El padre está a punto de regañarle bruscamente, hasta que recuerda su propia experiencia. Antes del reto, decide explicarle sobre lo que le sucedió a él cuando era chico.

La moraleja de la historia cala hondo. Aunque algunos seamos de la generación en la cual nuestros padres repetían que “la letra con sangre entra”, sabemos que los retos, los gritos o peor aún, los golpes, no consiguen que los hijos tomen precauciones frente al peligro. A lo único que llevan es a generar más miedo, a la falta de respeto y la rebeldía.

¡Qué difícil es lo que enfrentamos día a día! Queremos que nuestros hijos experimenten, se hagan independientes y forjen su carácter. Pero, al mismo tiempo, tememos que fallen, tropiecen y caigan. Queremos mantenerlos protegidos.

Este corto, sin palabras, toca un tema vital. La comunicación y los canales que debemos abrir con nuestros hijos. Explicar, enseñar, conversar tiende puentes que les darán las bases para que ellos mismos puedan enfrentarse a los peligros del mundo exterior. Mantenerlos en una caja de cristal o peor aún, en una prisión de estricta vigilancia, los hará más débiles e inmaduros. Recordemos que fuimos niños, que fuimos jóvenes y que cometimos errores, y que de nuestro aprendizaje podemos sacar partido para que ellos no sigan esos mismos pasos.