En búsqueda de culpables

Somos pesimistas porque somos humanos. Cada uno nos creemos la maravilla andante, los otros son los malos, los corruptos, los aprovechadores. Se argumenta que la ausencia de leyes severas  y la falta de empleos son  las causas del narcotráfico,  del sicariato, de la desigualdad,  que se agreda a los árbitros de fútbol, que el doctor  Saquicela sea veleta legislativa,  que el doctor González sea y no sea Superintendente de Bancos,  que el presidente parezca irresoluto, que  el condenado Correa mande aún en el país, en los jueces, legisladores, alcaldes y prefectos y hasta en el Partido Social Cristiano.

Olvidamos que elegimos a Lasso, a Saquicela, a los miembros titulares y suplentes del Consejo de Participación Ciudadana, que integramos las “barras bravas” (en las que siempre se insulta en forma soez y se pide la cabeza del árbitro),  que reelegimos a Correa, que aprobamos la Constitución  de “derechos” de 2008 , que prohibimos las corridas de toros, que con nuestros votos elegimos a los “engrillados” Yunda y a la señora Pabón, que dejamos que con fraude suba Lenin Moreno, sin que ni los indígenas -tan bravos- ni las organizaciones políticas -tan defensoras de la voluntad popular-, ni los sindicalistas, ni la Iglesia, ni los  partidos políticos, tuvieran una posición democrática y valiente.

La solución no está en los agudos “memes”, ni en dolidos editoriales, ni en diálogos inservibles, ni en taparse los ojos ante la fuerza cancerosa del narcotráfico. Está en nosotros mismos. Schopenhauer afirma: “La fuente de los peores males que el hombre padece es el hombre mismo”. Se quiere justicia social y se admira a los gobiernos populistas y autoritarios que tienen a sus pueblos reprimidos y en la miseria. Se exige seguridad y se limita las acciones de la fuerza pública, se practica la violencia en calles y plazas, con justos reclamos pero presididos por líderes que proclaman que la “revolución se hace todos los días”.

La mayoría debemos votar bien, elegir a los mejores, evitar el oportunismo, unirnos.  Agradecer que seamos ecuatorianos, aunque mal guiados por nuestros gobernantes.