¡Buenos días, señor Presidente! Un buen discurso

Emilio Palacio

Revisé las críticas (algunas feroces y otras no tanto) a su discurso del viernes, y me quedé realmente sorprendido. O yo vivo en otro planeta y escuché a un presidente marciano, o simplemente hay analistas que no entienden el momento político que vive el Ecuador.

Sus críticos se quejan de que usted no demostró con datos precisos si de verdad estamos avanzando en la lucha contra la inseguridad y por la estabilidad económica. Eso me parece a mí una tontería. Sería lo mismo que exigirle al presidente Zelenski que aclare con precisión si Ucrania ha avanzado en la guerra contra Rusia, ignorando que en una guerra hay avances y retrocesos inevitables; y que las estadísticas, por muy exactas que parezcan, nunca reflejan una realidad que con los tiros y las balas cambia minuto a minuto.

El modelo de Informe a la Nación que sirve para un país normal (como ese que teníamos antes) no sirve para una nación desfigurada y ensangrentada por dos grandes mafias internacionales, el narcotráfico y el Grupo de Puebla, dispuestas a lo que sea para destruirnos como país.

Lo que sí debemos exigirle a un presidente que llegó a la cumbre en una hora tan oscura es que nos diga qué cambios piensa introducir en su estrategia de combate, lo cual, en mi opinión, se resumía en cuatro preguntas:

¿Seguirá apoyando el fortalecimiento de las instituciones del Estado o, con el pretexto de la guerra, las piensa debilitar?

Usted dijo que “hemos recuperado la institucionalidad”. Me parece un tanto exagerado, pero lo tomo como una expresión de deseo, y con eso por ahora me doy por satisfecho.

No mencionó directamente a la vicepresidenta (que usted mismo escogió). Es cierto que la mala relación entre ambos es un problema de menor cuantía, pero no deja de tener cierto significado, por lo que estaremos atentos a ver cómo lo resuelve.

En cambio me agradó su actitud cordial con el presidente de la Asamblea, incluso después del magnífico discurso de Kronfle, algo que en el pasado hubiera despertado los celos de varios mandatarios. Esperemos que esa cordialidad no se descarrile.

¿Cuál va a ser su actitud hacia las protestas, los partidos de oposición y la libertad de expresión?

No hubo ninguna mención a estos temas, pero hizo un llamamiento a la unidad y el tono de su discurso fue conciliador, muy alejado de los ataques histéricos de ese señor que vive en Bélgica. Tampoco escuchamos ataques a Construye ni quejas por los periodistas, errores que usted sí cometió en estos meses y que de ahora en más deberá enmendar.

¿Cuál va a ser su actitud hacia el correísmo, que no es un partido de oposición sino una banda de delincuentes?

Sus críticas al correísmo fueron uno de los puntos fuertes de su discurso, aunque yo hubiera esperado un poco más de contundencia. Creo que debió darle énfasis, por ejemplo, a uno de sus mayores logros: haber impedido la fuga de un jefe correísta refugiado en la embajada de México. Pero quizás usted no quiso darle de comer a los leones, que después de meses de denunciar un supuesto pacto con el correísmo ahora se quejan de que maltrató a los pobrecitos delincuentes. ¿Quién los entiende?

¿Va a mantener su compromiso de luchar contra la inseguridad y por la estabilidad económica?

Estos temas fueron el centro de su intervención. Mencionó algunas medidas que ya se tomaron o que piensa tomar con las que no estoy de acuerdo, pero eso no es lo que importa, porque el pueblo no me eligió a mí sino a usted, así que lo único que podemos reclamarle es que mantenga la iniciativa, que no se distraiga, y creo que en eso está cumpliendo.