El precio del amor

Lorena Ballesteros

Aprovecho la reciente conmemoración de San Valentín para hablar sobre uno de los desafíos más grandes: amar. Se asume que todos sabemos hacerlo. Sin embargo, mientras vamos creciendo, el sentimiento se va juntando con el miedo. El miedo a perder el amor. El miedo a ser rechazados. El miedo a no dar lo suficiente. El miedo a perder nuestra individualidad por el otro. El miedo a dar demasiado. ¡Siempre el maldito miedo!

Ante todos estos temores, que muchas veces no son más que traumas heredados desde la infancia, se va perdiendo uno de los amores más importantes: el amor propio. Esa es la lección básica y fundamental que Claudia González, psicoterapeuta, nos enseña en su libro ‘Amar no cuesta tanto’.

Les soy sincera. Hasta antes de la pandemia no leía libros de desarrollo personal. Los rechazaba porque sentía que, como lectora voraz y periodista de profesión, solo me debía a la literatura en todos sus géneros. ¡Patrañas! Los libros escritos por psicólogos, médicos, científicos… se han convertido en lecturas imprescindibles para abrir los ojos ante realidades que no queremos mirar. En este caso, quien diga que ha mantenido todas sus relaciones sentimentales sin ninguna crisis, sin dudas, sin temores, sin engaños, sin reproches; ¡que lance la primera piedra! O que deje de leer esta columna.

Incluso cuando pensamos que nuestra relación conyugal es perfecta, no lo es.

Tranquilos, que no necesita serlo. Pero, el elemento fundamental debe ser el amor. No el interés, la conveniencia o la comodidad. Lo que se debe tener claro es que una relación sentimental debe dar alegría, confianza, apoyo, esperanza de un futuro juntos.

La fórmula ideal para el amor no existe, pero sí existen herramientas para mantenerla de manera saludable. La principal es la comunicación. Comunicar debe ser uno de los verbos más complejos (y se los dice una comunicadora), porque pensamos, creemos, intuimos, sacamos conclusiones anticipadas sobre el otro; pero difícilmente nos atrevemos a decir con claridad, y sin herir, lo que nosotros pensamos, sentimos y queremos.

En la dinámica de pareja adoptamos distintos roles. Claudia identifica tres que están interconectados. Todos funcionan en un orden manipulativo. La víctima, que responde a una postura infantil y se pregunta constantemente, ¿por qué a mí?. El perseguidor, que se alimenta de su víctima, es el verdugo o la autoridad que mortifica al más débil. Y el salvador, que es el que nunca dice que no. Esa que está dispuesta a sacrificarse por el otro o por toda su familia. Pero, cuando su cántaro se llena, se desborda.

Solo con la identificación de estos roles, con su aceptación y posterior corrección, se puede llegar a una relación más saludable. Y no únicamente con el otro, sino que con nosotros mismos. ‘Amar no cuesta tanto’, dice Claudia. Pero, desde mi punto de vista, sí tiene un precio y ese puede ser el de la felicidad o el de la ruina emocional. ¿Tú qué decides?