El poder de la honradez

Desde hace tiempo se extravió la honradez en la política y administración ecuatorianas. Se perdió el actuar decentemente. Los engaños surgieron, se incumplió con la palabra, se  administraron mal y desaparecieron los bienes que nos pertenecen a todos. Nunca antes, decenas de acusados, prófugos o presos.

No es que padres y  maestros no enseñan el recto proceder: construimos sentimientos y emociones para el bien actuar, transmitimos honestidad para no apropiarnos de lo ajeno y generamos amistades para respetar y ser respetados.

Nos decían: la honradez, la integridad y la verdad son principios eternos, hay que aplicarlos; aunque, algunos se aferraron a desvalorizarlos y a desviar la rectitud y la justicia.

Ahora, reciben sanciones con una euforia incomprensible, las consideran condecoraciones arguyendo “persecución”, cuando vulneraron normas, cometieron faltas que llegan a la degeneración, denunciadas por ellos mismos.

Ecuador necesita regenerar la imagen de los políticos, misión difícil. Tanta desconfianza crearon al incumplir con la misión a ellos encargada: brindar servicio a la colectividad. A esto, alguien llama la “torpeza justificada”, porque aparte de la corrupción, se cubren con cinismo.

En poco tiempo, en el Salón Amarillo de Carondelet aparecerá una pintura con el nuevo presidente; definitivamente no debe ser la de aquel al que enseñaron y aprendió tantos vicios, en 14 años. Entrará sin golpear la puerta, directo a firmar contratos con sobornos incluidos. Ya lo hizo antes.

Que no nos quede duda, si hay padres y maestros que educamos para la honradez, con refranes que recordamos: “Un hombre honrado no tiene más que una palabra”, “Al hombre honrado todo le cuesta”, “Una persona honrada atrae confianza y respeto”.

Elijamos bien, no hay alternativas, pero más que eso, gastemos energía para  que el poder de la honradez frente a tantos “desviados” que quieren seguir.