El Ecuador de los desentendidos

En esta época más que nunca hemos tenido muestras olímpicas de desentendidos con el país. La medalla de oro se la lleva el actual ministro del deporte Sebastián Palacio, quien se desentendió de los reclamos de Richard Carapaz y de otros deportistas sobre la necesidad de contar con más apoyo y recursos por parte del Estado. El señor ministro se apresuró a desentenderse de los reclamos aduciendo que las olimpiadas son de competencia del COE (Comité Olímpico Ecuatoriano); pero, eso sí, a la hora de viajar a Tokyo para salir en la foto con Carapaz sí que era de su competencia. El COE también gana su medalla al desentendimiento por ignorar los reclamos de los deportistas; en reiteradas ocasiones, estos han denunciado abandono por parte de dicha entidad que aparentemente se interesó más en repartir tickets de avión para Tokyo entre los burócratas, que por los intereses reales de los deportistas.

También hay desentendidos a nivel político, algo quizás incluso más peligroso. Acordémonos de los desentendidos de Pachakutik y de la Asamblea Nacional, quienes no se preocuparon de las afirmaciones de la “desentendida” asambleísta que hace poco invitaba a “robar bien”.

La flamante ministra de Gobierno es otra desentendida. En estos días afirmó que la dramática situación carcelaria del país no es de su competencia y que el problema está en las manos de la SNAI y de Fausto Cobo, quién también quiere desentenderse de lo que pueda pasar en las cárceles. Lástima que la ministra también se desentienda de la criminalidad que acecha al país y de las mafias y sicarios que se han adueñado del Ecuador. Sobre lo que la Ministra se ha pronunciado, y podía tranquilamente desentenderse, ha sido la pugna de poder para la Alcaldía de Quito, asunto  absolutamente ajeno a sus funciones.

Por suerte que el Ecuador también cuenta con los entendidos, los ciudadanos comunes y corrientes  que, a pesar de los políticos, los burócratas, los hipócritas y los desentendidos, logran ganar desde las medallas de oro en las Olimpiadas, hasta aquellas medallas que te otorga la vida enfrentándose cada día al COVID-19, a la pobreza y al desempleo.