Extraño país

Eduardo F. Naranjo C.

Como se perciben las cosas no se puede comprender qué mismo está ocurriendo dentro de la actividad social. Cuando hacíamos la carrera de periodismo nos enseñaron como misión informar y orientar a la opinión pública, claro que eso tiene que ser ubicándose en el punto neutro de la absoluta objetividad, criterio centrado y profundo sentido de la ética, es decir superando las propias condiciones de cada personalidad. Sin embargo, vemos y escuchamos periodistas y comunicadores que asumen roles de jueces implacables y con voces tonantes dicen al presidente electo, lo que ellos creen debe ser desde su amado ego.

Se percibe que hay una intensa ansiedad por saber qué mismo piensa el presidente electo. Hacen publicaciones y videos señalando cuál debe ser su política y dirección, quiénes serán su colaboradores, cuáles deberán ser sus actitudes aliancistas para gobernar; se lo hace con premura, exigencia y casi mandato.

Escenario que muestra la clase de sociedad que somos, buscamos notoriedad a través de X , Tik Tok, Facebook, etc. para hacernos visibles ante el nuevo Gobierno y que se nos tome en cuenta. En tanto, otros vetan de antemano al Gobierno, cualquier movimiento de fichas en torno a potenciales alianzas para alcanzar un gobierno efectivo en el corto plazo que dispone, y un controvertido propietario de una emisora amenaza al joven presidente si, según él, toma decisiones erróneas.

Penoso saber que hay escasos medios de comunicación y contados profesionales que cumplen el oficio dentro de lo ético y con la técnica; es decir, orientar a la opinión pública hacia lo que necesariamente será válido para que la sociedad se construya en paz y armonía. Responsabilidad del Ejecutivo es actuar de forma que más convenga a su estrategia de gobierno, sin embargo, es su exclusiva decisión la que determinará el rumbo, independientemente de oportunistas y menos aún, siguiendo ‘instrucciones’ de comunicadores y expertos de diferentes tamaños y pasiones.