Detener al país

No se trata de defender a Guillermo Lasso y su gobierno sino de colaborar en la reconstrucción del Ecuador. Muchos fingen no darse cuenta de que hemos pasado por dos calamidades seguidas: el socialismo del siglo XXI y el corona-virus. En consecuencia organizan paros y huelgas para obligar al régimen a tomar las medidas que ellos quieren para pretendido beneficio nacional. ¿Cuánto daño material, económico, de lucro cesante, causó el Octubre Negro de 2019? ¿Cuánto avanzó el país debido a él? ¿Cuántos problemas estructurales se solucionaron?

A lo mejor los reclamos son justos, es necesario corregir errores, el Ecuador está lleno de injusticias y desigualdades. Sin embargo el camino para salir del pantano debería ser la colaboración de todos: trabajar, trabajar, trabajar; cumplir con las leyes, sin olvidarse de reformar varias de ellas (que cada cual haga lo que le corresponde), pagar impuestos, sin menoscabo de racionalizar algunos…

Los ecuatorianos deberíamos hacer un serio examen de conciencia sobre nuestra real participación en la búsqueda del bien común, que no se contradice con el auténtico bien particular. Esa inveterada costumbre de pedir y más pedir se ha transformado en el exigir y más exigir; llama la atención que los intrépidos exigentes suelen levantar la voz frente a gobiernos dialogantes y respetuosos de la ley, pero se achican con los prepotentes y dueños de todos los poderes.

A la larga, y más aún en época de crisis permanente, los paros y las huelgas traen más entorpecimientos que avances; tan solo consiguen detener al país en su tímido intento de recomenzar a avanzar. Cuentan que los alemanes después de la guerra trabajaban diez horas diarias y cobraban ocho, para reconstruir su país; nosotros trabajamos cuatro y cobramos ocho, con las consabidas excepciones.

Ante ciertos reclamos y exigencias, quienes no sabemos nada de economía podemos sospechar que si no hay plata (por los robos y deudas leoninas) no se puede gastar más. Alguien avisó que para corregir los males del correísmo se necesitan siquiera diez años, no pocos meses.