Desastres naturales

Por Franklin Barriga López

Por su importancia, gravitación e impacto de peligro en la sociedad, este es un asunto que debe merecer la debida atención en todo tiempo y no solo por parte de las autoridades: abarca erupciones volcánicas, terremotos, cataclismos, tsunamis, aluviones, inundaciones y más.

La Organización de las Naciones Unidas, el 24 de julio de 2014, luego de las deliberaciones efectuadas por representantes de sesenta países sobre Objetivos del Desarrollo del Milenio, hizo estas advertencias: “Una inundación grande o un tifón pueden retrasar el desarrollo de una región en veinte años. Los desastres naturales repercuten en todo: seguridad alimentaria, salud, educación, infraestructura, etc. Usted no puede salir de la pobreza en poco tiempo si tiene que reconstruir su casa”.

Ha vuelto a ponerse en primer lugar de preocupación de los capitalinos el aluvión que, como en 1975, descendió de las faldas del Pichincha, hace pocos días, y dejó impresionante huella, especialmente en los sectores de La Comuna y La Gasca, con saldo de varios muertos, decenas de heridos, desaparecidos, afectaciones considerables a viviendas y calles, entre otros indeseables efectos.

En el occidente de la provincia de Cotopaxi, a consecuencia de lluvias persistentes, crecieron ríos que inundaron poblaciones, cual el caso de El Palmar, con serias afectaciones a casas y calles,  obras de infraestructura y cultivos, entre otros daños; incluso un tramo de la carretera que conecta Pujilí con la Costa sufrió destrucción. Ante la emergencia, pobladores que se hallaban en estado de incomunicación y rodeados de agua, fueron evacuados.

Las labores de prevención a potenciales desastres naturales son imprescindibles, a objeto de saber convivir con los riesgos y preservar la vida humana, así como el bienestar y el progreso.