Dentro de tres años

Si bien es cierto que los católicos practicantes somos una minoría en nuestro país, también lo es que hasta hoy la impronta cultural de la fe católica sigue presente en nuestra vida.

Poco a poco llegamos a la situación que llevó a la famosa periodista italiana Oriana Fallaci a definirse como “atea cristiana”, pues no podía por menos que reconocer la imborrable y positiva huella dejada por el catolicismo en la cultura europea, aunque grupos recalcitrantes, muchas veces sumidos en la ignorancia del pasado, se empeñen en negarlo. Igual sucede en estos lares.

Dentro de tres años se realizará en la ciudad de Quito el 53º Congreso Eucarístico Internacional, por decisión del papa Francisco. El papa escogió a nuestra capital porque en 2024 se conmemorarán los ciento cincuenta años de la consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.

Al comentar este futuro acontecimiento un conocido intelectual afirmaba hace pocos días que, siendo gobernante García Moreno, la sociedad ecuatoriana experimentó una profunda división entre quienes estaban a favor y quienes no. La documentación existente demuestra que la inmensa mayoría de los ecuatorianos se manifestó a favor de la consagración, solo un minúsculo grupo de liberales vinculados con la masonería se opuso, pero no tuvieron eco, a pesar de su campaña en la prensa.

Historiadores eminentes afirman que García Moreno impuso esa consagración porque ayudaría a su proyecto político ultramontano; en esto también los documentos muestran una realidad diferente: el extraordinario mandatario se opuso con el argumento de que el Ecuador no era digno de dicha consagración por ser un pueblo indigno dadas sus características de inmoralidad crónica. Para convencerlo los obispos organizaron misiones parroquiales para llamar a todos a la conversión, al regreso al buen camino de la moralidad en todos los ámbitos de la vida nacional.

No sabemos cuál será la situación del Ecuador dentro de tres años, pero sí podemos, cada uno de nosotros, purificar nuestra conducta y así librar a nuestra sociedad del peso de la corrupción.