De vuelta al centro

Nadie que conozca el centro histórico de Quito puede permanecer impasible ante sus bellezas. Hay una especie de proceso de enamoramiento que, en lugar de cesar, se incrementa con el paso del tiempo; al menos eso es lo que ocurrió conmigo. Desde la primera vez que lo visité, hace ya décadas, cuando con mi familia hicimos el viaje por la destartalada carretera que comunicaba a mi natal Cuenca con la capital de los ecuatorianos, no he podido dejar de admirarla y emocionarme cada vez que camino por las calles de la hermosa ciudad.

Esa vinculación se incrementó durante los años en que mi trabajo me ató a la ciudad vieja; siempre recorriéndola, descubriendo sus recovecos y rincones ocultos a primera vista, sintiendo la emoción que brinda el encontrar tiendecitas primorosas con olor a canela y a especies, sobre todo en ciertas épocas del año en las que los sahumerios se venden en las calles que quedan impregnadas de su olor.

Por ello me duele, como a muchos, el deterioro evidente de ese patrimonio histórico de la humanidad. Se evidencia en las casas que se transforman en una especie de cascarones vacíos, en el peligro que entraña la toma del centro por personas que lo convierten en un mercado de prostitución y de microtráfico, con todas las consecuencias que ello acarrea. Pero, al mismo tiempo, sabemos que no podemos bajar los brazos y dejar que esas situaciones continúen; por ello nos entusiasma la iniciativa denominada “De vuelta al centro”, que busca revitalizar al menos unas cuadras y manzanas de ese maravilloso espacio vital de la ciudad, de ese corazón de la quiteñidad y de los ecuatorianos.

La vuelta al centro es una iniciativa que debe extenderse a toda la ciudad vieja, con el incremento de medidas de seguridad, la concesión de estímulos para la inversión en el refaccionamiento de las viviendas y edificios, la instilación de vida a través de actividades recreativas y culturales, la recuperación de los espacios públicos y el llamado a que todos intervengamos en esa retomada del Centro Histórico de Quito.

Tenemos que volver al centro, pasear por sus calles y plazas, visitar sus iglesias y museos, servirnos los platillos típicos que se sirven en sus múltiples restaurantes y cafeterías, comprar en la tiendas y bazares, dejarnos seducir por este maravilloso mundo que está al alcance de nuestras manos.