¿Cuál debate?

César Ulloa

Hablar de un debate que nunca hubo es un contrasentido. Lo contrario era esperar que los candidatos se increpen, se miren a los ojos, desarrollen ideas con soltura, pierdan el miedo, hablen con firmeza, llamen a las cosas por su nombre y también pongan en escena nombres y apellidos. Sin embargo, todos nos quedamos con las ganas, mejor dicho, nos venció el aburrimiento ante respuestas prefabricadas, ensayadas, cosméticas, asépticas, incoloras, sin efecto sugestivo. El problema, entonces, ya no es el incómodo formato, sino la ausencia de debate por parte de los contrincantes.

En este mismo tono, la lluvia de ideas en el día del aclamado debate evidenció guiones elaborados, milimétricamente cronometrados e incluso en varios pasajes les sobró el tiempo para que los candidatos respondan a las preguntas. La política, entendida como deliberación por excelencia, se esfumó el uno de octubre. Y pese a que este espacio era una gran oportunidad para que los candidatos se luzcan, ocurrió lo contrario. La opinión pública sobredimensionó el espacio y también a los contendores. A pocos días de asistir a las urnas habrá que explorar si el debate (que nunca hubo) influyó en la calidad del voto.

En el termómetro de las redes sociales, en donde habita el infierno y el purgatorio, volvió a brillar Bolívar Armijos. Solo ese aspecto ya nos habla acerca de cómo fue el debate. Pero también hubo internautas nostálgicos que extrañaron a quienes se quedaron en la primera vuelta y que según ellos pudieron haber hecho un mejor papel. Tampoco se puede exagerar como si el debate determinaría la administración del Estado, sin embargo, nos pone de cara a quien nos va a representar. Y ahí cuenta el conocimiento, la palabra, la actitud y la presencia.

Sin ser ave de mal agüero, los tiempos que se vienen son complicados. Aquí nadie tiene la varita mágica y por eso, la urgencia de un acuerdo nacional es fundamental en seguridad, economía, educación y salud. Pongámonos en sintonía en aspectos mínimos, sino vendrán el obstruccionismo y el populismo más recargados.