Estabilidad

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Carlos Freile

Desde los inicios de nuestra vida republicana los gobernantes más sabios y eficientes, tales como Rocafuerte y García Moreno, percibieron que el principal obstáculo para el progreso del país era el desorden producido ya sea por la falta de respeto a las leyes, ya por las ambiciones de los militares de la época, ya por los cambios demasiado frecuentes de normas y funcionarios. En nuestros días, algunas de las causas han caducado pero otras han aparecido; en todo caso, la falta de estabilidad, otra manera de llamar al desorden, provoca el estancamiento del progreso nacional.

Vemos con horror e indignación cómo ciertos politicastros, sin rubor y sin conciencia de Patria, conspiran permanentemente contra la permanencia en el poder del presidente de turno, si este no sirve a sus intereses, siempre contrarios al bien común. No les importa la pertinencia de algunas leyes propicias para iniciar el lento y largo camino hacia un orden dentro del cual se podría alcanzar el ambiente necesario para el progreso de las mayorías: creación de fuentes de trabajo, cuidado de la salud pública, mejoras en la educación, combate a la delincuencia, sobre todo de cuello blanco…

Los ecuatorianos nos hemos malacostumbrado a cambiar de gobernantes por presión de grupos de poder, de cualquier tipo que este fuera; y cuando “el pueblo” no sale a las calles a tumbar presidentes, los asambleístas y sus titiriteros se encargan de enturbiar las aguas para pescar a río revuelto. El auténtico pueblo quiere paz y tranquilidad, salir a trabajar sin miedos, ganarse el pan con normalidad, sin el temor a cambios intempestivos o a revueltas dirigidas por ambiciosos sin conciencia o por revolucionarios librescos atiborrados de doctrinas caducas, cuya falsedad e ineficacia se ha probado con creces en todas partes.

En la historia de las instituciones cuatro años no son nada, peor aún dos o tres meses. Nuestra historia nacional debería ser fuente de lecciones para los desestabilizadores crónicos, casi siempre enfermos de populismo. Hace casi un siglo el Ecuador entró en una espiral de desestabilización acelerada, una de cuyas causas fue la acción del velasquismo; al poco tiempo sufrimos el descalabro del 41, que algunos quisieran que olvidemos. Tengamos cuidado, no sea que la historia se repita, ya no por obra del “enemigo secular” sino de otros con tentáculos omnipresentes y perdurables.