La boda de don Quijote

Martín Riofrío Cordero

Hace unos días, por recomendación de un tío mío -con el cual compartimos lecturas y opiniones de todo tipo-, leí ‘‘La boda de don Quijote’’. Se trata de un cuento escrito por Agustín Yáñez, célebre escritor mexicano del siglo XX. El texto ficciona una supuesta boda de Alonso Quijano (don Quijote) con Aldonza Lorenzo, Dulcinea. En él, el protagonista, luego de una enfermedad que lo obliga incluso a hacer testamento, decide casarse con Aldonza Lorenzo. Ella acepta, no con muchas ganas. Más le puede el temor a la soltería que el entusiasmo por el matrimonio con Quijano.
En la novela original, Dulcinea no aparece más que como una especie de delirio del Quijote. Sin embargo, Yañez se atreve a darle vida más allá de los pensamientos de nuestro lunático caballero, y lleva a cabo un gran relato, escrito con un español arcaico, propio de la novela de Cervantes.
En todas estas cosas pensaba luego de la lectura, cuando, en referencia al temor por la soltería de Aldonza, se me vino a la mente una cuestión actual: ¿Por qué será que ahora las personas jóvenes ya no queremos casarnos?
Si pienso en mi caso particular, no lo sé. Digo, tampoco es que estoy en edad ni condiciones de casarme. Tengo 23 años, soy estudiante universitario, y tengo muchos proyectos por realizar. Casarse, de alguna manera, requiere dejar de vivir únicamente para uno mismo. Requiere, más bien, comenzar a pensar en conjunto. Primero, los dos como uno solo. Luego, con la llegada de los hijos -si es que se tienen-, en la familia como unidad. Aunque los padres, dicho sea de paso, son los que cargan con la responsabilidad. Ellos son quienes deben generar ingresos para sus hijos, y velar por su bienestar. Y con la irrupción del capitalismo salvaje, hemos perdido ese sentido de comunidad. Hay una atomización del individuo. Dicho en otras palabras: ahora pensamos más en nosotros mismos que en los demás.
También, hay otro motivo de peso para que el matrimonio sea cada vez menos frecuente: la libertad femenina. Las mujeres, con justísima razón, han logrado una progresión importante en sus derechos. Todavía lo siguen haciendo. Esto incluye que las nuevas generaciones se han hartado de los viejos ideales de familia. De que sean las mujeres las que se ocupen del hogar mientras los hombres salen a proveer. De que sean ellas quienes deben soportar múltiples y sostenidas infidelidades por parte de los hombres. De que si una mujer decide forjar su propio destino en soledad, sea vista como una ‘‘solterona’’. De que sus esfuerzos no sean tomados en cuenta.
‘‘La boda de don Quijote’’, vista a los ojos de hoy, nos hace pensar en cuánto hemos ganado en materia de libertad con respecto al pasado. Es verdad que el tiempo en el que transcurren los hechos dentro del cuento es el siglo XVII, pero esos eran los paradigmas sociales hasta hace poco.
Estamos en una época donde hay mucho que replantearse sobre el matrimonio.
Todos hemos ganado, pero ellas más.
¡Y que lo sigan haciendo!