¡Capaya!

Paco Moncayo Gallegos

Las denuncias de este sórdido personaje, ‘Capaya’, dejan ver la dimensión demencial de la corrupción, desde el poder, en el manejo inescrupuloso de recursos que tanta falta hacen para atender los requerimientos esenciales de millones de ecuatorianos. Y todo esto bajo el discurso de justicia social, distribución equilibrada de la riqueza, y la oferta de una revolución moral.

En ‘Corrupción y pecado’, el Papa Francisco, desnuda la naturaleza de esta perversión: Reconoce lo difícil que es “… ¡que el vigor profético resquebraje un corazón corrupto! … Ante cualquier crítica se pone mal, descalifica a la persona o institución que la hace, procura descabezar toda autoridad moral que pueda cuestionarlo… Persigue imponiendo un régimen de terror a todos aquellos que los contradicen… Le tienen miedo a la luz porque su alma ha adquirido características de lombriz: en tinieblas y bajo tierra”.

El corrupto “…  procura siempre mantener la apariencia: Jesús llamará sepulcros blanqueados a uno de los sectores más corruptos de su tiempo (cf. Mt 23,25-28)”.  Entre sus partidarios “no faltan quienes, a la manera de las cortesanas de la antigüedad convertidas en vestales, pretenden hoy rescatarse de la sospecha (de corruptos) oficiando de inesperados guardianes del templo de la honestidad pública”.

“La corrupción lleva a perder el pudor que custodia la verdad… El pudor que custodia, además de la verdad, la bondad, belleza y unidad del ser. Toda corrupción crece y —a la vez— se expresa en atmósfera de triunfalismo. El corrupto no tiene esperanza. El pecador espera el perdón… el corrupto, en cambio, no”.

“El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad… se mueve en los parámetros de cómplice o enemigo… cuando está en el ejercicio del poder, implicará siempre a otros en su propia corrupción, los rebajará a su medida y los hará cómplices de su opción de estilo”

Palabras de Jorge María Bergoglio, el Papa Francisco. Lectura imprescindible para orientar la acción política y liberarla de la complicidad que implica la sola idea de aceptar la impunidad. Ya sucedió en el pasado. Gobernantes corruptos continuaron imponiéndose a sus sucesores con el pretexto de ofrecer gobernabilidad. Esto ¡Nunca más!