Caos y sobrevivencia

No es fácil la vida en el país, sobre todo cuando somos víctimas de la delincuencia que asola las calles de las urbes, o cuando vemos la informalidad cada vez más abundante en los semáforos y plazas de nuestras ciudades, peor todavía cuando se contemplan niños y padres menesterosos en la esperanza de alguna moneda lanzada desde la voluntad de algún vehículo, y es más difícil aún cuando se piensa en los avatares políticos de la nación, el consumismo a toda prueba y la corrupción institucionalizada en el país.

Enfermarse en el Ecuador es cosa de valientes, esperanzarse en el IESS es caminar más pronto a la tumba, por el desabastecimiento en el que vive, pues no se cura ni se hacen cirugías, ni pruebas de laboratorio con “paracetamol”, si es que aún no se ha acabado.

Fue irresponsable y demagógico involucrar a los familiares de los afiliados a ocupar los servicios de salud del IESS sin crear los financiamientos; fue grotescamente insensato gastarse las reservas de la Feirep que pudieron sostener la salud de la seguridad social; sin embargo, los que hicieron eso siguen hurgando entre las artimañas políticas a ver si vuelven, mientras el gobierno actual continúa inerte y sin capacidad de respuesta.

En medio de este caos político y social, la gente sobrevive como puede, no tiene mucho tiempo para encaramarse en la cultura lectora, desconoce de otras manifestaciones artísticas, el consumismo se roba todo: desde el dinero a la conciencia. Los llamados “influencers” se llevan los galardones, organizan las bromas, las penas, las modas, pasean su fama por TikTok, Instagram, Youtube y todas las redes sociales y los seguidores se despepitan por parecerse un poquito a sus ídolos, cuyos ejemplos contemplan lo extravagante, lo violento, lo vulgar, lo sensiblemente grotesco y desde luego lo ordinario, para aprender según dijo Noam Chomsky a ser complacientes con la vulgaridad.

Es difícil en medio de estos aconteceres encontrar seres humanos con valores y ética social, con sensibilidad. Hasta las preferencias sexuales parecen explotarse como baratillos, según la ocasión; se ha vuelto aburrido presentarse como heterosexuales, vale entonces tomar otras alternativas para ser más populares.

Vale preguntarse qué consideraciones tendrá el mundo actual de lo que significa el ser humano, si a nombre de él se matan unos a otros, si la propia historia de la humanidad es una crónica de guerras y muertes, de dominación y arribismo de unos hombres sobre otros.

Es aquí donde vuelve a ser difícil la vida en el país, donde las comodidades de la posmodernidad nos condenan y esclavizan a vivir como estamos, donde la vida política solamente es un oprobio y la explotación de unos a otros un hecho normal.