Pensamiento grupal

Ana Changuín Vélez

Hace unos meses, un buen amigo me entregó unas copias de un artículo, resaltando la relevancia de su contenido. En ese momento, ocupaba un puesto de gran responsabilidad, y él siempre me aconsejaba, especialmente sobre la importancia de reflexionar mis decisiones sin caer en el «pensamiento grupal«. El artículo era el clásico estudio de Irving Janis, psicólogo investigador en la Universidad de Yale, que analizaba el ‘groupthink’ como deterioro de la eficiencia mental. En particular, mostraba cómo los líderes tienden a buscar la unanimidad, suprimiendo cualquier disidencia en la toma de decisiones.

Janis advirtió sobre los peligros del pensamiento grupal en la arena política y revisó en su ensayo capítulos interesantes de la mesa chica presidencial estadounidense. Su tesis: la cohesión del grupo puede llevar a la autocensura y al conformismo, lo que resulta en la adopción de resoluciones erróneas o impopulares. Los partidos y sus seguidores pueden caer fácilmente en la trampa de la lealtad ciega, evitando cualquier crítica o debate que pueda poner en peligro la unidad del grupo.

Reflexionando sobre este artículo, veo claramente cómo el pensamiento grupal puede influir en la toma de decisiones de los líderes. La presión por mantener la cohesión del equipo, del partido o del grupo de confianza puede llevar a decisiones basadas en la conveniencia política en lugar de en la evidencia o el interés público. Me refiero a políticas sesgadas, polarización y, en última instancia, a decisiones impulsivas con poco o nada de justificación.

Es esencial reconocer los peligros del pensamiento grupal en la política y tomar medidas para contrarrestarlo. Aunque pueda parecer un lugar común, los líderes políticos deben promover un ambiente donde se valore la diversidad de opiniones y se fomente el debate abierto y honesto. Escuchar a las voces disidentes dentro y fuera del partido es fundamental para evitar caer en la trampa del conformismo y la unanimidad.

Janis también propone estrategias que denomina «remedios», examinando algunos de los pasos que dieron algunos ex presidentes de los Estados Unidos durante sus mandatos. Incluir evaluadores críticos externos, adoptar una postura imparcial hasta tener una decisión final, rotar liderazgos, considerar y no minimizar las advertencias de los rivales, contar con un abogado del diablo y revisar la decisión final con lucidez. Por supuesto, sin llevar los asuntos a debates prolongados y costosos.

No es sencillo, pero debemos mantenernos alerta a los signos de conformidad y trabajar activamente para promover la independencia de pensamiento y la diversidad de opiniones en todos los niveles de gobierno. Solo así es posible tomar decisiones políticas informadas y efectivas que realmente representen los intereses de las mayorías.

El principal riesgo es que la voz del líder no cuente con contrapesos.