‘Ojo de chícharo’, presidente Noboa

Alfonso Espín Mosquera

Este es el último día del año, y sí que ha sido complicado. Desde bruscos cambios políticos, hasta una oleada de violencia brutal que no cede y rebasa todo entendimiento.

Nos estamos ajustando al nuevo presidente, aunque hay ocasiones en que nos causa espanto su accionar, por ejemplo no se comprende esa decisión de alejar a como dé lugar a su vicepresidenta; esto es, nombrándola embajadora plenipotenciaria del Ecuador en Israel, cuando para ese cargo, francamente no era necesario que tercie en elecciones.

Surgen entonces dudas: ¿será que la señora Abad es algún ser pernicioso en alto grado, capaz de desestabilizar al gobierno? Pero se supone que el presidente debió averiguar, indagar, investigar, con quién hacía binomio. ¿Será que es una suerte de exigencias de sus ahora aliados políticos para la ‘gobernabilidad’? No creemos que se trate de un asunto de género, no han dicho nada los grupos feministas al respecto.

Un binomio debería ser un personaje clave, con quien se han comprendido las circunstancias y problemas del país, se ha planificado y decidido las estrategias de gobernanza, las formas económicas, políticas y sociales para sacar adelante las ofertas electorales, pero en este caso de ninguna manera parece la vicepresidenta eso, cuanto una especie de enemigo peligroso al que hay que ponerle lo más lejos posible y hasta hostigarle en alto grado como para que mejor renuncie.

Dan vuelta en la cabeza de los ecuatorianos, qué es lo que pasa. No creo que la oposición de Verónica Abad al acuerdo con RC5 y los socialcristianos, sea tan feroz que le obligue a Noboa a tomar la decisión de desaparecerla en la distancia. De alguna manera pudo haberse llegado a un entendimiento, pues aun nosotros, quienes le dimos el voto porque significaba la posición anticorreísta, que fue la que le hizo aparecer en escena, ciertamente no acabamos de entender esa relación que ha establecido con ese par de movimientos: correísta y socialcristiano, estamos en compás de espera, con más pesimismo que optimismo, porque conocemos a sus gestores, mucho más creemos que su binomio pudo haber entendido las razones, por erróneas que fuesen de esa alianza.

No es Verónica Abad el móvil del acontecer político nacional. Se trata del país, pues ahora resulta, gracias al caso Metástasis, que varios líderes de la delincuencia organizada, del narcotráfico, aparecen seriamente vinculados y comprometidos, según la Fiscalía General del Estado, con dirigentes miembros del movimiento correísta, con quien decidió el presidente acordar por la gobernabilidad.

No se siente aún un camino hacia la paz. Terminamos el año con  la violencia e inseguridad en pico. No son agradables los aliados del primer mandatario, no lo son porque han demostrado inconsistencia, por decir lo menos, como aquella asambleísta que criticaba públicamente la Ley de Eficiencia Económica, presentada por Noboa, llamándole evasora y de beneficio para sectores privilegiados, y luego la aprueba, justificando su voto como parte de la disciplina partidista, cuando hay otros integrantes de su mismo movimiento que se abstienen.

No sabemos qué hay detrás de este acuerdo, como tampoco las acciones en contra de Abad, pero sí que siempre será peligroso y contrario al parecer de quienes eligieron al presidente, lo que significa que deberá enmendar sus políticas, averiguar bien con quién se mete y, por el bien de los ecuatorianos, gobernar por la seguridad y abiertamente en contra del crimen organizado. Si no, el corto tiempo que tiene será de desperdicio y, lo que es peor, de mayor deterioro para las duras circunstancias del Ecuador.