Nuestro ‘duende maligno’

Alejandro Querejeta Barceló

Abogar por la libertad de pensamiento ha sido una tarea de muy larga data. Fue el “caballo de batalla” de alguien tan prominente en el desarrollo de las matemáticas y la filosofía, entre otras ramas del conocimiento, como René Descartes.

En filosofía había mucha confusión de criterios. De ello, dedujo un principio: ‘Cogito ergo sum’, pienso, luego existo. A lo que añadió ‘res cogitans’, que es el pensamiento, y ‘res extensa’, la materia. Pensamiento y materia (o hechos), brújula para adentrarnos en ese cáncer social que denominamos caso Metástasis.

Cada día, como en una “novela por entregas” en el caso Metástasis se suceden testimonios y evidencias que nos obligan a dudar de la salud moral de todos los poderes del Estado. Nos abocamos así a un abismo ético pestilente y sin fondo. Con Descartes, constatamos que hay en nuestra sociedad un ‘duende maligno’ que extravía la razón.

Vale identificar nuestro ‘duende maligno’ con el ejercicio de la política durante mucho tiempo, más que se permite a quien esté en su sano juicio. Pareciera que Ecuador ha dado la espalda a principios que guiaron, en su momento, a los forjadores de nuestra república y quienes, con innumerables tropiezos, lucharon por la democracia.

Cuando cese esa tragedia que es Metástasis habrá que rectificar los contenidos éticos de nuestro sistema de enseñanza y los pilares que hasta ahora sostienen nuestra cultura jurídica. Descartes nos llamaría a refundarlos. También a examinar con espíritu crítico nuestra realidad imperfecta. El mal está provocado por la libertad de elección de cada uno de nosotros.

Los casos que se ventilan en nuestras cortes contribuyen, sin lugar a dudas, al creciente enfado, a la humillación, desconfianza y al resentimiento que sienten los ciudadanos honrados que son mayoría en nuestra sociedad. Se clama por una barrida a fondo en el Estado y sus aledaños. Encontrar, por fin, una política del bien común es más urgente que nunca antes.

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