AD HONOREM

Italo Sotomayor Medina

¿Se lo digo yo o se lo dicen ustedes? Ser consejero y parte del equipo asesor del Presidente de la República, no te convierte en Ministro. Y, aun siéndolo, no te otorga una licencia para amenazar e influir en las decisiones de otras funciones del Estado. Tras el “vas a ver lo que pasa”, existe un resultado plenamente evidenciable: una jueza en Samborondón que manda abajo la designación del Superintendente de Bancos electo y decide que el Ejecutivo remita una nueva terna al Cpccs. Lo que no se entiende es cómo, quienes dicen aconsejar a Lasso, no le recomiendan un grupo de notables profesionales para que consten dentro del grupo de candidatos que su jefe propone para una dignidad pública. Pero no, ellos prefieren llamarlos por teléfono, amenazar y quedar expuestos ante la opinión pública. ¡Cada vez más se parecen al correísmo que juraron combatir!

Lo sucedido en estos días demuestra, una vez más, la falta que tiene Lasso de un operador político eficiente. No logró cristalizarlo con Alexandra Vela, ni tampoco con el actual Ministro Jiménez. Acude, quizás por confianza y amistad, a sus consejeros; esos que lo han acompañado por más de una década en la Fundación Ecuador Libre y en su camino a la Presidencia. ¡Qué mayor premio para su círculo más íntimo que gobernar desde Carondelet! Pero sigo sin entender: Lasso se convirtió en una de las caras más visibles de la oposición a Correa, fundó un think tank para empezar a trabajar en su proyecto de gobierno, decidió incursionar en la política y tras dos resultados fallidos, finalmente llegó al poder. Luego de todo lo recorrido, ¿cómo no puede consolidar el proyecto político que ha promovido por años?

Lasso, tras 14 meses en la Presidencia, no sabe o no quiere entender, que quienes más daño le hacen son quienes lo rodean. Un grupo de hombres y mujeres sin experiencia desde lo público y que recién están aprendiendo a jugar a hacer política. Pero así es como él premia la lealtad de esas mismas personas que hoy le juegan en contra: con un silencio cómplice, sin cambios en su gabinete y con consejeros políticos que operan entre las sombras. De ser el Gobierno de la vacunación y el encuentro, se está convirtiendo en el de la sospecha y los “acuerdos entre privados”. Al final del día, ya sabemos lo que pasará. Los ad honorem seguirán cercanos al Presidente, no se investigará lo sucedido y la noticia durará hasta que salga a la luz una nueva tragicomedia que, en este país, es el pan de cada día.

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