Colombia y el hastío

El resultado de las elecciones presidenciales en Colombia sella el final definitivo de una era de la política sudamericana. Entre Gustavo Petro —un fiel representante de la izquierda ‘madurista’ de los últimos años— y Rodolfo Hernández —una muestra más de un exaltado aspirante a ‘outsider’—, Colombia, que durante décadas había fluctuado entre partidos tradicionales de una clase política profesional, empieza a exhibir el mismo hastío antisistema que el resto del continente. Tras lo sucedido ayer, resulta difícil ya ubicar en Sudamérica un gobierno plenamente alineado con los valores de las democracias liberales de corte occidental que tan fuertes lucían a fines del siglo pasado.

La victoria de Petro ha sido amplia —bajo la ley ecuatoriana hubiese ganado en primera vuelta— pero más llamativa resulta la ausencia de figuras y la escasa popularidad de las fuerzas tradicionales políticas colombianas. Pese a que es uno de los países que mejor rendimiento económico tuvo en las últimas tres décadas en la región y a su paulatina pacificación, la corrupción, la desigualdad y la fractura entre el campo y la ciudad dictan la agenda.

Lo sucedido tiene grandes implicaciones para Ecuador. Colombia es nuestro tercer socio comercial y un aliado ‘sine qua non’ en el combate al narcotráfico internacional. Su coyuntura suele dictar el enfoque de la diplomacia norteamericana hacia la región y su accionar resulta determinante en la gestión conjunta de la dictadura venezolana. No queda sino confiar en que, sin giros abruptos, cada elección es un paso más para perfeccionar la democracia.