Querida hija, te escribo porque representas todo el potencial, la magia y el poder que tiene la raza humana en este mundo. De ti nacerán la vida —porque da vida la que pare y también la que la cuida y nutre—, los sueños que alimentarán a tu familia —la que te toque y la que escojas—y las generaciones que cosecharán lo que hoy nosotros sembramos.
Nacer niña y crecer como mujer es un oficio de alto riesgo. Oficio, porque requiere vocación, formación y mucho ñeque; de riesgo porque está sujeto a todo tipo de peligros y, aunque lo intente, no podré protegerte de todos.
Todos los días que salgo de casa, lo hago con el afán de construir un futuro mejor para ti y para todas las niñas de este país. Muchas de ellas crecerán sin el privilegio de tener al menos un adulto que vele por ellas, por que sonrían en la mañana y duerman sabiendo que no corren peligro. Muchas sufrirán maltratos inimaginables, aparecerán ahogadas en la cisterna de algún familiar o morirán a golpes por la frustración de algún infeliz. Muchas abandonarán la escuela porque la familia priorizará al niño más ‘rentable’ y otras serán vendidas.
Sin embargo, este país también produce heroínas inspiradoras, como la fiscal general Diana Salazar, hecha sola y a punta de coraje; como las mujeres que desde el Ejército, la Policía, la Justicia y la comunidad labran un mejor camino, como tu madre, tus hermanas y demás guerreras a tu alrededor.
En el Día Internacional de la Mujer, así como todos los días, LA HORA te saluda y alza su voz por ti, pues las niñas son el grupo más vulnerable y maltratado en nuestra sociedad, pero a la vez representan todo lo que Ecuador puede llegar a ser como Nación.