Una de cal y otra de arena

Hay cosas en la vida que, bien, merecen nuestra felicitación o nuestro rechazo. Hace pocos días publiqué una nota de agradecimiento y felicitación dirigida al Municipio capitalino,  por la respuesta positiva al clamor ciudadano (adecentamiento del Parque Inglés). Lamentablemente hoy voy a denunciar un caso insólito: el jueves pasado, el auto de mi hijo fue retenido y llevado por la wincha  a causa de un mal estacionamiento. Este hecho ocurrió en horas de la mañana. Tras hacer un sinfín de averiguaciones, le dieron a conocer dónde estaba detenido su carro.  Inmediatamente concurrió a cancelar la multa, pues su auto es una herramienta de trabajo y no podía quedarse sin él por mucho tiempo; asumiendo que, una vez cancelados estos valores, el carro le sería devuelto de inmediato puesto que, además, tenía en su interior muchos objetos de valor (laptop computadora, guitarra eléctrica y documentos importantes); cosa que, lastimosamente, no ocurrió pues, luego de largas y fatigosas horas de recorrido a pie, por un sector muy peligroso (Cumandá), cargando la pesada documentación que le exigían, pues tenía que llevar tres copias de cada pago).  Al día siguiente (viernes) y, una vez canceladas todas las dichosas ‘sanciones’ impuestas y entregada toda la ‘papelería’, le indicaron que no le podían entregar su auto, porque, según las nuevas disposiciones municipales, el vehículo debía permanecer retenido por, al menos, 72 horas, imagino que es un método para continuar la ‘extorsión’; pues el ‘acusado’, como si fuera poco, tenía que  pagar el valor del parqueadero por los días que el auto (con todas sus pertenencias)  permaneciera detenido. No sabemos si es mera coincidencia pero, a decir de mucha gente, estos engorrosos trámites  se han tornado mucho más complicados y onerosos desde que las nuevas autoridades de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) asumieron  estas responsabilidades, quienes en lugar de facilitar la vida  y proteger la salud mental y física de los conductores, se le castiga por triplicado, al dejarle sin su herramienta de trabajo, obligándole a realizar largas, extenuantes y peligrosas caminatas y, para completar este  viacrucis, pagar taxis, copias, multas, wincha,  parqueaderos y otros rubros  inventados y desproporcionados.

Señores de la AMT de Quito, por favor, sean más conscientes, empáticos y humanos.

Fabiola Carrera Alemán