Homenaje

Sorprende hallar muchos originales de las obras visuales de Kerouac, incluyendo cuadros de particular contenido místico.
Sorprende hallar muchos originales de las obras visuales de Kerouac, incluyendo cuadros de particular contenido místico.

Recordando a Jack Kerouac

Desde Nueva York

Nueva York se desliza hacia el 2008 con su complejidad habitual. Las marquesinas de Broadway se han vuelto a encender, luego de una huelga de operarios de escena. En el alto Manhattan hay controversia sobre el color con el que se pintará la fachada del Guggenheim. ¿Será finalmente dorado pálido, como quiso su creador, Frank Lloyd Wright, o continuará siendo gris, en oposición a sus deseos?

El tema de la voluntad del autor emerge también en la celebración del medio siglo de la publicación de ‘En el camino de Jack Kerouac’. Entre la miríada de libros dedicados a la ocasión, dos se destacan: una reedición conmemorativa del texto que la casa editorial Viking publicase en 1957, por una parte, y por otra, una flamante edición, también por parte de Viking, del borrador original de la novela. En sus páginas se puede percibir tal y como fue concebida por Kerouac.

Complementando el atisbo del oficio de escritor que esos volúmenes proveen se halla ‘Alma beatífica: Jack Kerouac en el camino’, una muestra abierta hasta marzo próximo en la Biblioteca Pública de Nueva York. En el 2001, tal entidad adquirió los archivos que sobre su vida y obra el propio Kerouac había constituido, organizado y preservado meticulosamente. Selectas piezas de ese acervo se han escogido para exhibición, algunas por primera vez en la sala D. Samuel y Jeane H. Gottesman.

La primera impresión que el visitante recibe, aún antes de cruzar el dintel, es la de un receptáculo de cristal, amplio y estrecho, que efectivamente divide el espacio de la muestra en dos. En él se encuentra el rollo de papel original en el que Kerouac mecanografiara ‘En el camino’. El receptáculo está colocado a la manera de crear la ilusión de que continúa en una franja de carretera, parte de una fotografía que adorna la pared del fondo de la sala.

La presencia física del borrador atrae inmediatamente. Parcialmente abierto, a manera de poder ser observado y leído, es un elemento legendario tornado real y sin embargo extrañamente etéreo. La mayoría de visitantes no pueden substraerse a su seducción visual, plena de revisiones, tachaduras y notas. Otro punto inmediato de atracción es una vitrina cercana, que contiene las botas marrones de excursión de Kerouac y su linterna de trabajos de ferrocarril. Esos objetos, turbadores y singularizados por el tiempo y el uso, constituyen sólidas metáforas de sus jornadas.

Luego de tales encuentros, se puede iniciar el recorrido de la muestra, diseñado cronológicamente para brindar una perspectiva de Kerouac y del grupo de escritores afines a sus ideas creativas. Ediciones primigenias y documentos relativos a Burrougs, Corso, Ferlinghetti, Ginsberg y otros, aparecen en contexto. Al observarlos no es difícil imaginar los días en que esos y otros escritores apenas empezaban a dejar su marca en el panorama literario estadounidense y mundial.

Ya respecto a Kerouac, la masiva presencia de borradores, cartas, notas y cuadernos da cuenta de sus labores, cuitas y triunfos. Es sorprendente hallar muchos originales de sus obras visuales, incluyendo cuadros de particular contenido místico, budista y cristiano. Una representación de la Virgen, por la delicadeza de su trazo, permite atisbar un Kerouac profundamente espiritual. Cerca se pueden escuchar discos compactos conteniendo música mencionada en sus novelas, incluyendo ‘El Mesías’, de Haendel y obras de jazz clásicas, entre otras.

Al concluir la visita, el espectador emerge a la Quinta Avenida, inmerso aún en otras épocas y otros ámbitos. El invierno neoyorquino acogerá sus pasos, como en su día lo hizo con los de los jóvenes visionarios de la generación beat.
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Una luz en el ‘corazón de las tinieblas’

Pedro Alonso

Al cumplirse 150 años de su nacimiento, la llama literaria de Joseph Conrad (1857, Berdichev, Polonia ahora en Ucrania-1924, Inglaterra) que alumbró novelas tan famosas como ‘El corazón de las tinieblas’ (1902), aún luce con fuerza en el Reino Unido, que no olvida a su ilustre hijo adoptivo.

Hijo de una familia aristocrática polaca, el pequeño Józef contó pronto con el estímulo intelectual de su padre, Apollo, a la sazón escritor de tragedias patrióticas y traductor de Shakespeare y Víctor Hugo, que le animó a leer en su lengua materna y en francés.

En 1878, el joven polaco ingresó en la Marina Británica, donde adoptó esa nacionalidad en 1886, cuando decide llamarse ‘Joseph Conrad’, y navegó por medio mundo.

Sus viajes le brindaron aventuras que más tarde usará como materia prima en sus libros, pero su desarraigo también le abocó a la soledad: “Vivimos -dijo una vez- como soñamos: solos”.

En 1895, Conrad abandonó para siempre el mar -su “gran pasión”, confesaría años después-, se instaló en Inglaterra con su esposa, Jessie, y se dedicó a escribir en inglés.

Aunque no dominó el idioma de Shakespeare hasta los 21 años, el autor, quien -dicho sea de paso- nunca perdió su marcado acento polaco, acabó convirtiéndose de manera asombrosa en uno de los mejores escritores en lengua inglesa de todos los tiempos.

No en vano, los libros del novelista anglo-polaco, plagados de antihéroes que bucean en las profundidades del alma humana, han marcado a autores como Ernest Hemingway, Graham Green, Francis Scott Fitzgerald, Albert Camus, Virginia Woolf o Gabriel García Márquez.

Adelantado a su tiempo, el literato vaticina, por ejemplo, los crueles efectos de la colonización blanca en ‘El corazón de las tinieblas’, acaso su libro más influyente.

De igual manera, el ex marinero predice la futura y salvaje expansión del capitalismo estadounidense en ‘Nostromo’ (1904), así como el terrorismo internacional en ‘El agente secreto’ (1907).

El novelista también inspiró a “grandes cineastas contemporáneos, como (Alfred) Hitchcock o (Francis Ford) Coppola”, afirmó el director del Instituto Cultural Polaco en Londres, Pawel Potoroczyn.

Coppola, por citar a un director, hizo una versión muy libre de ‘El corazón de las tinieblas’ en su aclamada película ‘Apocalypse Now’ (1979), donde traslada a la guerra del Vietnam (1959-1975) ese horror cobijado en la conciencia humana que aborda la novela.

EFE

Joseph Conrad, uno de los mejores escritores en lengua inglesa.
Joseph Conrad, uno de los mejores escritores en lengua inglesa.