Elecciones locales en Chile, un trampolín para los candidatos presidenciales

Santiago de Chile, EFE.

Los comicios locales que se celebrarán en Chile el próximo día 23 no servirán para proyectar los resultados de las elecciones presidenciales del año próximo, pero sí están siendo un buen trampolín político para los aspirantes a gobernar Chile en 2018.

La elevada abstención en la cita con las urnas de la próxima semana que señalan las encuestas es uno de los factores que desaconseja sacar conclusiones anticipadas sobre qué candidatos están mejor situados en la carrera presidencial.

El otro es el incierto escenario electoral, ya que a día de hoy ninguna de las dos grandes coaliciones, ni la oficialista Nueva Mayoría ni la opositora Chile Vamos, ha despejado la incógnita sobre cual será su apuesta para las presidenciales de 2017.

Podría darse el caso entonces de que las alcaldías más emblemáticas o el cómputo general de alcaldes y concejales obtenidos beneficie claramente a uno de los dos conglomerados políticos sin que ello signifique necesariamente que su candidato presidencial tenga más posibilidades de ganar.

Los aspirantes a la Presidencia de la República lo saben, pero no por ello desaprovechan la oportunidad.

Por eso estos días es habitual ver a los expresidentes Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, al senador izquierdista Alejandro Guillier, al líder progresista Marco Enríquez Ominami o al diputado derechista Jose Antonio Kast sacarse fotos y compartir propaganda electoral con cuanto candidato a alcalde se deje.

Los aspirantes presidenciales calientan motores lanzando mensajes a los ciudadanos, recabando apoyos en sus partidos y movimientos, y consolidando esferas de poder a nivel local. Y aunque legalmente aún no pueden pedirle el voto a los electores, en el aire se respira ambiente de precampaña.

El hecho de que ambos comicios se celebren con apenas un año de diferencia impone esta dinámica política y hace que los temas netamente locales queden relegados a un segundo plano.

Los controvertidos planes de regulación urbanística, los problemas del transporte público o los deficientes servicios municipales están prácticamente ausentes del debate electoral de estos días.

La socialdemócrata Carolina Tohá, quien aspira a salir reelegida como alcaldesa de Santiago, es de las pocas personalidades que aboga por posponer el debate sobre la carrera presidencial. «Creo que ésa es la conversación para el día después de las municipales», comenta.

Pero lo que nadie cuestiona es que la campaña de los comicios locales está acelerando los acontecimientos políticos.

En la coalición derechista Chile Vamos se empiezan a impacientar con Sebastián Piñera, quien a pesar de que figura en el primer lugar en las encuestas, ha dicho que hasta marzo del año que viene no hará pública su decisión de competir o no en la carrera presidencial.

El expresidente conservador tiene motivos para estar optimista. A poco más de un año de las elecciones, la más reciente encuesta del influyente Centro de Estudios Públicos indica que Piñera tiene el apoyo del 14 % de los consultados, nueve puntos porcentuales más que Ricardo Lagos, que sólo logra un 5 % de las preferencias.

Y aunque la mayoría de los analistas prevé un duelo final entre Lagos y Piñera, el exmandatario socialista lo más tiene difícil, porque suscita el rechazo de algunos sectores de su coalición que ven con buenos ojos al senador Alejandro Guillier.

Sin olvidar las aspiraciones de la socialista Isabel Allende, hija del presidente Salvador Allende, o las del exsecretario general de la OEA José Miguel Insulza, quien a pesar de ser el agente chileno para la demanda de Bolivia ante La Haya, se expresa con rotundidad: «que nadie se queje si apoyo a algún candidato a alcalde».

Mensajes en las redes sociales para respaldar a sus candidatos, visitas a terreno, reuniones con autoridades locales y encuentros con organizaciones sociales. Los aspirantes ensayan sus estilos de campaña pensando en la carrera presidencial, aunque antes tendrán que salir elegidos en unas primarias de las que casi nadie quiere oír hablar.