Trampas mentales, cómo afectan a la vida cotidiana

Las trampas mentales son formas de pensamiento improductivas y absolutas pérdidas de tiempo.
Acciones. Las trampas mentales son formas de pensamiento improductivas y absolutas pérdidas de tiempo.

Las trampas mentales son patrones de pensamiento y hábitos de conducta que repetimos inconscientemente día a día, y que no solo no nos reportan ninguna utilidad, sino que nos alejan de nuestros objetivos.

Nuestra mente crea relatos o historias que nos contamos para tener una perspectiva de vida, frente a nuestro día a día. Sin embargo, algunas de estas historias son autoengaños muy desarrollados en nosotros y que tiñen nuestra mirada de “fake-news” inventadas por nosotros mismos. A esto se le llaman trampas mentales.

Trampas mentales: el YO

La trampa mental del “YO” es aquella que acontece cuando una persona piensa que todo lo malo que ocurre en el mundo es por ella.

Ejemplo sería: “Tengo mala suerte” “Tengo mal karma” “Estoy gafado/a”. Y esa culpa hacia sí le genera estrés.

Realmente no tolera a los demás y fantasea que cuando le vayan bien las cosas será única y exclusivamente por sí mismo. Cuando acepta su narcisismo y se sale del papel de víctima, esta trampa mental desaparece.

Trampas mentales: excusitis

A la segunda la llamaremos “excusitis”. Excusas que nos damos para no tomar decisiones y que las sentimos como verdaderas. Los demás tienen la culpa de todo lo negativo que pasa en mi vida. Se acompaña principalmente de la palabra “es que”, “es que el Gobierno”, “es que mi pareja”, “es que mi jefe”.

Para ello hay que asumir responsabilidades y hablar en primera persona. Aceptar que no quiero hacerlo y averiguar el verdadero por qué.

Creer que se puede leer la mente de los demás

La tercera y última, es creer que se puede leer la mente de los demás. Interpretamos el gesto del otro, el ritmo de sus pasos, el tono del audio de WhatsApp y sacamos conclusiones sin preguntar ni siquiera por el asunto.

Como no tenemos información fidedigna, la mente llena los espacios en blanco a través de suposiciones y ahí empiezan los problemas de las relaciones, a través de malos entendidos constantes.

Por eso es mejor preguntar o no interpretar el lenguaje no verbal de las personas.

Nuestra manera de pensar no es libre, tiene sus leyes y sus códigos. Está hecha para mantenernos dentro de la “zona de confort”. A salvo de las novedades, de la toma de nuevas decisiones, es decir, quiere conservar el estado previo. Para ello, va a “coherentizar” toda la información recibida y en ese proceso “racionalista” genera subterfugios para el propio engaño. (EFE/Sergio García Psicólogo www.psicologosergiogarcia.com)

DATO 
Intentar el control de un pensamiento a veces puede generar un 
problema psicológico, no es la solución.

 

Otras trampas mentales

  1. Rumiación

Usamos este término para referirnos a un pensamiento repetitivo e inútil, de corte obsesivo, surgido en relación a un tema o asunto que nos preocupa.

Un pensamiento vuelve una y otra vez produce agotamiento mental, emociones disfóricas —tristeza, ansiedad, culpa, enojo, angustia, desesperación—, y no aporta ninguna solución concreta al problema con el que se encuentra relacionado.

 Lo que produce un considerable monto de malestar psicológico —sufrimiento— innecesario; agota nuestros recursos mentales; obstaculiza hallar soluciones eficientes a las situaciones concretas que nos preocupan, y nos impide avanzar con nuestras vidas y conectarnos plenamente con otras experiencias.

  1. Evitación

Hay formas explícitas de evitar algún acontecimiento, por temor a atravesar por una situación desagradable. Por ejemplo, poner excusas para no asistir a una reunión en la que va a estar presente alguien con el que tuvimos una discusión reciente y no queremos volver a ver ni estar expuestos a tener que evidenciar ante los demás la situación.

Pero también hay formas implícitas de evitación, por ejemplo, asistir a esa reunión y evitar dirigir la mirada hacia la persona con la que nos sentimos molestos o incómodos.

En ambos casos, se trata de un mecanismo que, lejos de solucionar el problema que puede agrandar sus efectos. Por ello la evitación sólo agranda y perpetúa el problema; es aconsejable planear, por el contrario, estrategias de afrontamiento de la situación para aproximarnos a una solución.

  1. Impulsividad

Caemos en esta trampa mental cuando actuamos movidos las emociones del momento, lo que puede llevar luego a arrepentirnos del modo en que hemos reaccionado. Pero actuar sin una evaluación de la situación y las posibles consecuencias de nuestros actos, puede costarnos caro.

La conducta inducida por las emociones suele ser impulsiva y temeraria. Para escapar de los sentimientos incómodos, actuamos súbitamente, sin considerar los efectos a largo plazo.

Cuando la conducta impulsiva, llanamente emocional, se convierte en un patrón habitual de respuesta, empezamos a padecer sus consecuencias negativas sobre la calidad de nuestras relaciones. Cuando hay un patrón de comportamiento impulsivo, es vital instaurar el hábito de la conciencia lúcida, no judicativa que nos posibilitará tomar una «sana distancia» de nuestras emociones, observarlas en nuestra mente pensamientos asociados.

  1. Autocrítica destructiva

Cuando la autocrítica es exagerada y sólo ve lo negativo en nosotros, lo reprochable y nos hace sentir cada vez peor, nos impide redirigir la energía mental a hallar una solución.

El estado de ánimo, nuestro clima emocional habitual, está directamente relacionado con los diálogos internos que sostenemos con nosotros mismos. Al respecto, podemos preguntarnos: ¿De qué modo me rótulo habitualmente? ¿Qué nuevas posibilidades se abrirían para mí si cambiara la autocrítica destructiva por una valoración constructiva de las situaciones, capaz de considerar mis aspectos negativos y positivos? ¿De qué modo puedo resignificar mi juicio sobre las situaciones negativas o difíciles que he atravesado últimamente?

  1. Procrastinación

La procrastinación es la tendencia a postergar lo más posible una decisión, acción o tarea que necesita ser resuelta antes de un determinado plazo o límite de tiempo, estipulado por las circunstancias del caso. Cuando el procrastinar asuntos importantes se convierte en un patrón habitual de comportamiento, las consecuencias pueden ser muy nocivas.

Esta trampa mental, como las anteriores, lejos de hallar soluciones, empeora las situaciones difíciles que requieren de una resolución eficiente y asertiva.

La excesiva postergación de la resolución de una acción o tarea, suele, además, ir en detrimento de la ‘calidad’ del resultado final, comparado con una acción adecuadamente planeada y con un proceso mediado por una revisión periódica.

En suma, si procrastinamos habitualmente y estamos decididos a modificar ese hábito disfuncional, primero deberemos ocuparnos de las trampas mentales en las que este hábito nocivo se asienta.

 

Algunas trampas mentales

  • La trampa de la persistencia
  • La trampa del exceso
  • La trampa de la fijación
  • La trampa de «debería haber hecho»
  • La trampa de la procrastinación
  • La trampa de la multitarea
  • La trampa de la actividad