Más de una vez los padres, con la buena intención de que su hijo sea exitoso en sus estudios, incurren en errores opuestos a sus buenos propósitos. Uno muy frecuente es forzar los aprendizajes, con la idea que adelantarlos será bueno.
Las investigaciones en Neurociencia y los estudios que relacionan – cerebro – edad- aprendizaje, anticipan algunos aspectos a tomar en cuenta cuando se trata de iniciar los aprendizajes en los y las niñas.
Si un niño no está preparado para recibir cierta información o hacer una tarea, no podrá prestar atención, y perderá la ilusión por aprender.
Por ejemplo, que el cerebro humano está ordenado en diferentes áreas y no todos los niños cuentan con el mismo tipo de desarrollo cerebral, lo cual no es algo negativo; por lo que ritmo, forma y tiempo de aprendizaje será diferente en cada estudiantes.
Hay quienes tienen una estructura de cerebro que facilita el aprendizaje musical, aquellos que tienen un intelecto más preparado para las artes, y también quienes se muestran más hábiles para la visualización de lo abstracto, o quienes son buenos para el deporte.
Las características de este desarrollo van a determinar aspectos tan importantes como la salud y el bienestar en general, así como la capacidad de aprendizaje en particular.
Entonces, algunos aprendizajes serán más sencillos que otros para cada niño, dependiendo de cada estructura y del tipo de desarrollo cerebral. Esto es muy importante tomar en cuenta tanto por los padres como por los docentes, para no cometer el error de forzar el aprendizaje del niño, lo que acarrearía, con seguridad, situaciones de sufrimiento que afectarían también a otras áreas de sus vidas.
Por otra parte la neuroeducación, nos alerta sobre el verdadero sentido del aprendizaje y apunta a una educación alejada del sufrimiento, que permite que los más pequeños puedan relacionarse y trabajar placenteramente, atraídos y motivados para seguir aprendiendo en las mismas condiciones los unos con los otros, lo que sin duda debería aplicarse en las aulas cuanto antes.
Lo único que se consigue exigiendo a un niño para que aprenda cuando su cerebro aún no está preparado, es sufrimiento, y las consecuencias son negativas.
¿Qué consecuencias puede traer el aprendizaje forzado en los niños?
- Frustración. Aprender de manera forzada provoca frustración. Nada más frustrante que aquello que se intenta una y otra vez y no se consigue ya que no estás preparado. El niño/a se ve obligado a alcanzar una meta sin tomar en cuenta su capacidad, interés y tiempo. El ritmo de cada niño es completamente diferente, y debería ser considerado y respetado si esperamos resultados óptimos en el aprendizaje.
- Baja autoestima. Esta frustración, trae como consecuencia una baja autoestima, principalmente cuando se realizan comparaciones con otros niños que sí alcanzan las metas propuestas. Los niños pueden comenzar a creer que hay algo malo en ellos y que por su culpa sufren sus padres o maestros, por no lograr los aprendizajes esperados.
- Y, finalmente terminará por sentirse inferior a los demás, lo que es tremendamente negativo para su autoestima.
- Arruina la curiosidad. Otra consecuencia del aprendizaje forzado es que arruina, acaba la curiosidad del niño, lo cual es muy perjudicial, ya que la curiosidad es la materia prima del aprendizaje y es algo que los más pequeños siempre suelen tener de manera innata. Si un niño no tiene curiosidad ni desea conocer algo, no hará nada para investigar ni indagar acerca del tema. Si un niño no se interesa por un tema, es porque aún no está preparado para recibir tal información; y, no porque carezca de curiosidad, inteligencia o empeño.
- Mal comportamiento. También forzar el aprendizaje de los niños puede conducir al mal comportamiento, porque piensa que no puede aprender, y esta sensación lo desmotiva y puede llevarlo hasta comportamientos violentos.
Privarle de emociones positivas
Cuando forzamos un aprendizaje, o se lo hace a destiempo, se desconecta el conocimiento con un elemento fundamental que lo motiva; la emoción positiva, ya que el niño comienza a relacionar aprendizaje con frustración, rabia o molestia; emociones negativas para el entorno educativo. Por lo tanto, el niño evitará estudiar para no tener que sentir todas esas emociones negativas.
Para tomar en cuenta
Quizá lo más importante a tener en cuenta es que un niño que aprende más rápido no es más inteligente que otro que lo hace en más tiempo, y eso debería tenerse muy en cuenta a la hora de establecer los planes y objetivos educativos, los indicadores, criterios, normas e instructivos de evaluación.
Lo que sí debería importar es el proceso del aprendizaje, conocer lo que pasa en el cerebro del niño ante tal o cual tema o actividad de aprendizaje. Y lo que el niño sea capaz de hacer con sus conocimientos una vez que los consiga, porque ese debería ser el verdadero objetivo, el conseguirlo, y no que se haga en el menor tiempo posible.
La motivación viene con la emoción, la curiosidad y la atención. No olvidar que para aprender hay que emocionarse
Lo ideal es que desde pequeños se les estimule para que piensen por sí mismos y desarrollen su creatividad en un entorno libre y respetuoso con las distintas etapas de su crecimiento.