El poder de la violencia

Cuando los cauces sociales son duros, oscuros y difíciles, se requiere pensar en nuevas formas de conducta, tanto de protagonistas directos en actos anómalos, como de quienes formamos parte de esos círculos vitales.

Un grupo de estudiantes universitarios ofendidos y humillados por un profesor y la reacción de aquellos que, despojándose del “gigante del alma”, el miedo, detuvieron la huida para mantenerse en una vigorosa posición denunciando ese elevado tono de voz, signo de prepotencia y grosería.

Una mujer fue quien recibió toda la arremetida del poder de la violencia, escuchó con sorpresa y timidez los ‘carajazos’ y la adjetivación de ‘mentirosa’, asumiendo una aparente tranquilidad, pero dando pautas al abuso cometido.

Materia para el análisis, opinión y lecciones.

La enfermedad del poder se manifiesta en la pérdida de la perspectiva de la realidad (Síndrome de Hubins), conduce a comportamientos de excesivo orgullo, ego insoportable y desidia a pesar de las tristes huellas dejadas en sus víctimas. Como el vulgar insultador al que tuvimos que soportar 10 años, al que mostraba pública contrariedad utilizando gestos violentos, palabras burlescas, apodos denigrantes a: periodistas, cantantes callejeros, prensa escrita, estudiantes o simples ciudadanos.

La confirmación del aprendizaje vicario o aprendizaje cognitivo social, aprender observando e imitando agresiones, tanto por niños o adultos, según Albert Bandura (psicólogo canadiense), aplicable al caso del docente universitario.

La incomprensión de un profesor, desubicado como miembro de una profesión de grandes y complejas responsabilidades, ignorante de su misión: técnico de ingeniería humana, modelador de inteligencias y personalidades, también nos deja lecciones: valentía para hablar, rechazo a seudos ‘líderes’, ingenua acción de imitar lo malo y la necesidad de una mejor formación pedagógica.

La sanción para el profesor debe estar en camino, él no puede seguir en una universidad a la que la considera mediocre.