Fotografías: David Maya – Textos: Fernando Endara
El tushug, tendelema o danzante de San Andrés, es el disfrazado festivo más antiguo de Píllaro.
Su presencia es la más importante en la zona, siendo el personaje principal de la fiesta del Corpus Christi y de las fiestas de cada barrio y comunidad.
Su origen nos recuerda una serie de historicidades en donde confluyen los pueblos quitu-panzaleos, incas, hispanos, republicanos, entre otros; reflejando varios momentos de la memoria interandina.
Sus movimientos son lentos y rituales, con garbo y elegancia; cada zapateo se acompaña con el sonido de cascabeles que retumban junto a la tierra y que vibran en el cuerpo de bailadores y espectadores.
Sus ropajes son atavíos que atestiguan el paso de los años, son conexiones de los hombres con la naturaleza y el cosmos.
La forma en que los danzantes ingresan a la plaza central de la parroquia para realizar los giros en las cuatro esquinas de la chakana, las reverencias -repetidas varias veces, el sahumerio, y el sonido del pingullo y el bombo que matizan la danza; son elementos de un tiempo sagrado.
Un tiempo en que los tushugs, hacedores de lluvia, sacerdotes andinos o danzantes, interpretaban TAKIS-bailes, que armonizaban y armonizan la relación de la comunidad con la pachamama y entre sus miembros.
El danzante de San Andrés, constituye la riqueza espiritual y cultural de nuestros ancestros, por lo que se debe preservar con respeto y emoción.
El danzante de San Andrés no es una celebración comercial o turística -que nada tiene de malo si así lo fuera-, es un sentido de pertenencia, una identidad, una tradición, una continuidad del pasado en el presente, una imagen que arde, y que seguirá ardiendo en Píllaro Viejo.