Redacción QUINSALOMA
La madre de Jessica Zamora, al hallarla muerta en un camino de piedras que la conducía hasta su casa, decidió amarrarle los dedos gordos de los pies con una cinta roja. Así quería asegurarse que el asesino no llegara muy lejos.
Y es que para ella fue aterrorizante ver el cuerpo bañado en sangre. Sucedió en el recinto Mopa, jurisdicción del cantón Quinsaloma.
A Jessica le habían pegado un tiro en la cabeza. El principal sospechoso era su expareja, con quien había convivido sentimentalmente un año y seis meses. Al parecer, el amor se esfumó debido a los constantes maltratos físicos y verbales.
La historia
El asesinato ocurrió a eso de las 09:00 de ayer, cuando Jessica regresaba junto a su prima Gaby a bordo de una motocicleta. Ambas se habían encontrado fuera de una escuela de la parroquia rural San Carlos del cantón Quevedo, donde estudiaban sus hijas.
Durante el trayecto habían conversado de temas alusivos a la Navidad. Jessica, ahora muerta, se había mostrado feliz pero al llegar hasta unas palmeras se percataron que un hombre salió de entre la maleza.
Era Alex Stalin Martínez Litardo, la expareja, quien al verlas pasar la agarró por el cabello y la hizo caer del vehículo. Sin darle tiempo a nada sacó un arma de fuego de entre su ropa y le propinó un tiro en la cabeza.
Tras los gritos de la testigo presencial, el sujeto decidió huir y esconderse entre la maleza. Los moradores del recinto lo vieron escapar a bordo de una motocicleta negra.
Horrorizados
Junto al cuerpo de la mujer quedó su teléfono celular y un par de sandalias. Una de las habitantes llegó al sitio y la cubrió con una sábana blanca.
La indignación entre los familiares era evidente. Su madre, Edith Guerrero, se quedó junto al bulto. Lo miraba, lloraba, exclamaba justicia y le amarraba una cinta roja en sus pies.
Mientras se realizaba el levantamiento del cadáver, la Policía buscaba indicios que los llevara hasta el sitio en donde podría estar escondido el autor del asesinato.
Pasado el mediodía, los agentes recibieron una llamada telefónica donde se les notificaba que habían visto al ciudadano. Aseguraban que estaba escondido en una casa de madera, un poco más delante de donde ocurrió el hecho.
Al llegar se encontraron con la sorpresa de que el hombre se había suicidado. Se había disparado en la cabeza. ¿Caso cerrado?
Nadie supo explicar qué ocurrió. Algunos ciudadanos murmuraban que el ‘secreto’ que Edith Guerra le había hecho en los pies a su hija fue tan poderoso que no solo hizo que el asesino se quede cerca, sino que se suicidara. (MZA)
Menores en la orfandad
Jessica Zamora Guerra tenía 24 años de edad. Deja dos hijos en la orfandad. Ninguna fue procreada con el autor de su asesinato.
Un hermano de la víctima detalló que ambos se conocieron en una fiesta que se realizó en el recinto Mopa. “Lo de ellos fue amor a primera vista. Cuando le contó a la familia que se iban a vivir a San Carlos nos causó asombro, pero luego las constantes peleas le hizo abrir los ojos a ella”, dijo.
Esto habría provocado que la pareja se separara y ella regresara a la casa de su madre, donde estaba viviendo últimamente.
Redacción QUINSALOMA
La madre de Jessica Zamora, al hallarla muerta en un camino de piedras que la conducía hasta su casa, decidió amarrarle los dedos gordos de los pies con una cinta roja. Así quería asegurarse que el asesino no llegara muy lejos.
Y es que para ella fue aterrorizante ver el cuerpo bañado en sangre. Sucedió en el recinto Mopa, jurisdicción del cantón Quinsaloma.
A Jessica le habían pegado un tiro en la cabeza. El principal sospechoso era su expareja, con quien había convivido sentimentalmente un año y seis meses. Al parecer, el amor se esfumó debido a los constantes maltratos físicos y verbales.
La historia
El asesinato ocurrió a eso de las 09:00 de ayer, cuando Jessica regresaba junto a su prima Gaby a bordo de una motocicleta. Ambas se habían encontrado fuera de una escuela de la parroquia rural San Carlos del cantón Quevedo, donde estudiaban sus hijas.
Durante el trayecto habían conversado de temas alusivos a la Navidad. Jessica, ahora muerta, se había mostrado feliz pero al llegar hasta unas palmeras se percataron que un hombre salió de entre la maleza.
Era Alex Stalin Martínez Litardo, la expareja, quien al verlas pasar la agarró por el cabello y la hizo caer del vehículo. Sin darle tiempo a nada sacó un arma de fuego de entre su ropa y le propinó un tiro en la cabeza.
Tras los gritos de la testigo presencial, el sujeto decidió huir y esconderse entre la maleza. Los moradores del recinto lo vieron escapar a bordo de una motocicleta negra.
Horrorizados
Junto al cuerpo de la mujer quedó su teléfono celular y un par de sandalias. Una de las habitantes llegó al sitio y la cubrió con una sábana blanca.
La indignación entre los familiares era evidente. Su madre, Edith Guerrero, se quedó junto al bulto. Lo miraba, lloraba, exclamaba justicia y le amarraba una cinta roja en sus pies.
Mientras se realizaba el levantamiento del cadáver, la Policía buscaba indicios que los llevara hasta el sitio en donde podría estar escondido el autor del asesinato.
Pasado el mediodía, los agentes recibieron una llamada telefónica donde se les notificaba que habían visto al ciudadano. Aseguraban que estaba escondido en una casa de madera, un poco más delante de donde ocurrió el hecho.
Al llegar se encontraron con la sorpresa de que el hombre se había suicidado. Se había disparado en la cabeza. ¿Caso cerrado?
Nadie supo explicar qué ocurrió. Algunos ciudadanos murmuraban que el ‘secreto’ que Edith Guerra le había hecho en los pies a su hija fue tan poderoso que no solo hizo que el asesino se quede cerca, sino que se suicidara. (MZA)
Menores en la orfandad
Jessica Zamora Guerra tenía 24 años de edad. Deja dos hijos en la orfandad. Ninguna fue procreada con el autor de su asesinato.
Un hermano de la víctima detalló que ambos se conocieron en una fiesta que se realizó en el recinto Mopa. “Lo de ellos fue amor a primera vista. Cuando le contó a la familia que se iban a vivir a San Carlos nos causó asombro, pero luego las constantes peleas le hizo abrir los ojos a ella”, dijo.
Esto habría provocado que la pareja se separara y ella regresara a la casa de su madre, donde estaba viviendo últimamente.
Redacción QUINSALOMA
La madre de Jessica Zamora, al hallarla muerta en un camino de piedras que la conducía hasta su casa, decidió amarrarle los dedos gordos de los pies con una cinta roja. Así quería asegurarse que el asesino no llegara muy lejos.
Y es que para ella fue aterrorizante ver el cuerpo bañado en sangre. Sucedió en el recinto Mopa, jurisdicción del cantón Quinsaloma.
A Jessica le habían pegado un tiro en la cabeza. El principal sospechoso era su expareja, con quien había convivido sentimentalmente un año y seis meses. Al parecer, el amor se esfumó debido a los constantes maltratos físicos y verbales.
La historia
El asesinato ocurrió a eso de las 09:00 de ayer, cuando Jessica regresaba junto a su prima Gaby a bordo de una motocicleta. Ambas se habían encontrado fuera de una escuela de la parroquia rural San Carlos del cantón Quevedo, donde estudiaban sus hijas.
Durante el trayecto habían conversado de temas alusivos a la Navidad. Jessica, ahora muerta, se había mostrado feliz pero al llegar hasta unas palmeras se percataron que un hombre salió de entre la maleza.
Era Alex Stalin Martínez Litardo, la expareja, quien al verlas pasar la agarró por el cabello y la hizo caer del vehículo. Sin darle tiempo a nada sacó un arma de fuego de entre su ropa y le propinó un tiro en la cabeza.
Tras los gritos de la testigo presencial, el sujeto decidió huir y esconderse entre la maleza. Los moradores del recinto lo vieron escapar a bordo de una motocicleta negra.
Horrorizados
Junto al cuerpo de la mujer quedó su teléfono celular y un par de sandalias. Una de las habitantes llegó al sitio y la cubrió con una sábana blanca.
La indignación entre los familiares era evidente. Su madre, Edith Guerrero, se quedó junto al bulto. Lo miraba, lloraba, exclamaba justicia y le amarraba una cinta roja en sus pies.
Mientras se realizaba el levantamiento del cadáver, la Policía buscaba indicios que los llevara hasta el sitio en donde podría estar escondido el autor del asesinato.
Pasado el mediodía, los agentes recibieron una llamada telefónica donde se les notificaba que habían visto al ciudadano. Aseguraban que estaba escondido en una casa de madera, un poco más delante de donde ocurrió el hecho.
Al llegar se encontraron con la sorpresa de que el hombre se había suicidado. Se había disparado en la cabeza. ¿Caso cerrado?
Nadie supo explicar qué ocurrió. Algunos ciudadanos murmuraban que el ‘secreto’ que Edith Guerra le había hecho en los pies a su hija fue tan poderoso que no solo hizo que el asesino se quede cerca, sino que se suicidara. (MZA)
Menores en la orfandad
Jessica Zamora Guerra tenía 24 años de edad. Deja dos hijos en la orfandad. Ninguna fue procreada con el autor de su asesinato.
Un hermano de la víctima detalló que ambos se conocieron en una fiesta que se realizó en el recinto Mopa. “Lo de ellos fue amor a primera vista. Cuando le contó a la familia que se iban a vivir a San Carlos nos causó asombro, pero luego las constantes peleas le hizo abrir los ojos a ella”, dijo.
Esto habría provocado que la pareja se separara y ella regresara a la casa de su madre, donde estaba viviendo últimamente.
Redacción QUINSALOMA
La madre de Jessica Zamora, al hallarla muerta en un camino de piedras que la conducía hasta su casa, decidió amarrarle los dedos gordos de los pies con una cinta roja. Así quería asegurarse que el asesino no llegara muy lejos.
Y es que para ella fue aterrorizante ver el cuerpo bañado en sangre. Sucedió en el recinto Mopa, jurisdicción del cantón Quinsaloma.
A Jessica le habían pegado un tiro en la cabeza. El principal sospechoso era su expareja, con quien había convivido sentimentalmente un año y seis meses. Al parecer, el amor se esfumó debido a los constantes maltratos físicos y verbales.
La historia
El asesinato ocurrió a eso de las 09:00 de ayer, cuando Jessica regresaba junto a su prima Gaby a bordo de una motocicleta. Ambas se habían encontrado fuera de una escuela de la parroquia rural San Carlos del cantón Quevedo, donde estudiaban sus hijas.
Durante el trayecto habían conversado de temas alusivos a la Navidad. Jessica, ahora muerta, se había mostrado feliz pero al llegar hasta unas palmeras se percataron que un hombre salió de entre la maleza.
Era Alex Stalin Martínez Litardo, la expareja, quien al verlas pasar la agarró por el cabello y la hizo caer del vehículo. Sin darle tiempo a nada sacó un arma de fuego de entre su ropa y le propinó un tiro en la cabeza.
Tras los gritos de la testigo presencial, el sujeto decidió huir y esconderse entre la maleza. Los moradores del recinto lo vieron escapar a bordo de una motocicleta negra.
Horrorizados
Junto al cuerpo de la mujer quedó su teléfono celular y un par de sandalias. Una de las habitantes llegó al sitio y la cubrió con una sábana blanca.
La indignación entre los familiares era evidente. Su madre, Edith Guerrero, se quedó junto al bulto. Lo miraba, lloraba, exclamaba justicia y le amarraba una cinta roja en sus pies.
Mientras se realizaba el levantamiento del cadáver, la Policía buscaba indicios que los llevara hasta el sitio en donde podría estar escondido el autor del asesinato.
Pasado el mediodía, los agentes recibieron una llamada telefónica donde se les notificaba que habían visto al ciudadano. Aseguraban que estaba escondido en una casa de madera, un poco más delante de donde ocurrió el hecho.
Al llegar se encontraron con la sorpresa de que el hombre se había suicidado. Se había disparado en la cabeza. ¿Caso cerrado?
Nadie supo explicar qué ocurrió. Algunos ciudadanos murmuraban que el ‘secreto’ que Edith Guerra le había hecho en los pies a su hija fue tan poderoso que no solo hizo que el asesino se quede cerca, sino que se suicidara. (MZA)
Menores en la orfandad
Jessica Zamora Guerra tenía 24 años de edad. Deja dos hijos en la orfandad. Ninguna fue procreada con el autor de su asesinato.
Un hermano de la víctima detalló que ambos se conocieron en una fiesta que se realizó en el recinto Mopa. “Lo de ellos fue amor a primera vista. Cuando le contó a la familia que se iban a vivir a San Carlos nos causó asombro, pero luego las constantes peleas le hizo abrir los ojos a ella”, dijo.
Esto habría provocado que la pareja se separara y ella regresara a la casa de su madre, donde estaba viviendo últimamente.